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Niza y Mónaco en un día – Diario de viaje 5

  • Categoría de la entrada:EUROPA

Esta historia es parte de mi primer viaje por Europa. Si quieren leer la primera parte del Diario de viajes pueden hacer click aqui, la segunda aqui, la tercera aqui, la cuarta aqui y si no seguir en este post leyendo sobre la Mónaco y Niza 😉

 

9 de Octubre de 2013

-Nati… dale… levantate… – La alarma de despertador del celular había sonado a las 7:30 am. Zamarreé a mi amiga como tantas otras veces, digamos que era una escena repetida en nuestras vidas, salvando que estábamos en Niza, Francia. Nati lanzó un gritito mientras se desperezaba. – ¿Qué hora es? – me preguntó bostezando y   estirando los brazos hacia arriba. – 7:35 – le dije mientras buscaba en la mochila que ponerme. Opté por un jean oscuro, una camisita de manga corta negra con los contornos blancos y mis “chatitas” rojas. Mientras Nati elegía su vestuario, preparé el bolso con la cámara de fotos y la GOPRO con los accesorios para sumergirla en el agua. También agarré el adaptador “sopapa” para colgarla del parabrisa del auto. Si bien sabía que no hacía un calor como para meterse en el mar, por las dudas guardé en el bolso las dos mallas que había llevado para ambas.

Salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la cocina. Personal del hostel estaba preparando todo para el desayuno. Para nuestra sorpresa el café no estaba incluido, costaba un euro. Nati optó por volver al dormitorio a buscar el termo y el mate. Yo estaba en la época que necesitaba un buen café por  las mañanas, asique pagué el euro. Más allá de eso había de todo un poco: frutas, cereales, pan para tostar, nutella, mermeladas, croissants, etc. Chequeé  nuevamente los mapas y conecté el WIFI a la Tablet para que enganche el GPS. El itinerario de ese día sería: recorrer Mónaco hasta después del mediodía y por la tarde el centro de Niza.

Salimos del hostel, rezando que nuestro autito se encuentre bien ya que había dormido en la calle. Respiré aliviada al verlo estacionado donde lo habíamos dejado la noche anterior. Al subir lo primero que hice fue colocar la GOPRO en el medio del parabrisas. La mañana estaba espléndida. El sol iba ascendiendo  en el cielo totalmente despejado. Pusimos un cd compilado de música bizarra en el estéreo. Música “bizarra” es para nosotras todas aquellas canciones nacionales, y algunas internacionales pero en español, que se escuchaba en las décadas del 80 y 90, en su mayoría bailables. Mis lectores contemporáneos recordaran a: Vilma Palma e Vampiros, Las Primas, Alcides, Seducidas y Abandonadas, Cacho Castaña, Antonio Ríos, etc, etc, etc. Con Nati somos muy fans de todo esto, y éramos habitué de las fiestas Bizarras en Buenos Aires. Comenzamos a recorrer las calles de Niza lo mas paralelas a la costa, en dirección a Mónaco. En la Tablet, el puntero del GPS iba moviéndose de una lado a otro, copiando la cantidad de curvas que estábamos haciendo. Por momentos nos alejábamos un poco de la maravillosa Costa Azul, que bien puesto tiene su nombre. Es increíble el color del mar Mediterráneo. Cada tanto, aparecían coloridos pueblitos colgados de los acantilados, lo que formaba una postal de película. Estábamos impacientes por bajar a la costa y tocar el mar. Llegamos al Port de Beaulieu-sur-Mer que se alzaba ante nosotras con sus cientos de barquitos, yates, veleros, embarcaciones de todo tipo, ancladas en la orilla de las pasarelas. Yo no sé si aquel miércoles era muy temprano o que, porque no había ni un alma. Estacionamos a un costado y caminamos un rato de punta a punta. A nuestro regreso al auto, notamos que en los restaurants y negocios que estaban ahora a nuestra derecha, también sobre la costa, comenzaba a haber movimiento.

Continuamos nuestro recorrido a Montecarlo. Debo decir que es pintoresco como está formada la estructura urbana de esos lugares. A medida que avanzamos las calles se volvían angostitas y curvas, algo peligrosas para el transito de dos manos de autos. Por momentos, las edificaciones a nuestra derecha nos tapaban la vista al mar, mientras que del otro lado los principios de Los Alpes Marítimos acunaba otras, mas grandes y lujosas. Fue entonces cuando sentí una regresión a mi adolescencia. Aproximadamente a los 14 o 15 años, vacacionando en una ciudad costera de Buenos Aires, no hacia otra cosa que internarme con mis amigos en las salas de juegos electrónicos a jugar carreras. Esos simuladores de autos donde al tener volante te sentías todo un conductor sin siquiera haber aprendido a manejar. La caja de cambios llegaba a cuarta y podías variar la posición de las cámaras, donde cambiaba la visión de la pantalla para insertarte o no dentro del “automóvil”. Recuerdo que en una de las pistas que se podía elegir para correr, bordeabas la costa del mar y luego, de repente, ingresabas a un túnel que creías infinito, iluminado como si fuera de noche y lleno de curvas. Ahora, en la vida real, estaba viviendo eso. Salvo que mi “auto de carreras” era sólo un auto mini, super económico. Los túneles de Montecarlo son una cosa espectacular. Algunos están construidos con columnas que dejan ver el océano, en vez de una claustrofóbica pared, y hasta rotondas que conducen a otros túneles tienen. El chiste de Los Simpsons “túneeeeel” y golpear el techo, lo usamos hasta que casi perdió sentido. Ya la costa estaba al ras de la autovía, por lo que queríamos detenernos y bajar de inmediato a la playa. Encontrar lugar para estacionar fue realmente un trastorno. No había sitio por ningún lado y “retomar” en esas laberínticas calles nos hizo perder como media hora. Creo que además buscábamos un lugar que no sea pago, ya que estaba lleno de parquímetros. Hartas de dar vueltas decidimos abrir espantar el “cocodrilo” que llevábamos en el bolsillo y detenernos en un espacio medido. Pasamos la tarjeta de crédito por la máquina, pagaríamos 3 euros la hora. Era hora de salir “corriendo” a aprovechar del sol y el mar.

El arena de Montecarlo esta muy lejos de las playas paradisiacas del caribe. Son rocas diminutas, del tamaño de un grano de pimienta, de color ocre, naranjas y blancos. Se colaban en mis chatitas y se metían entre mis dedos de los pies, generando pequeñas molestias al caminar hasta que se acomodaban. El resplandor del sol en el agua creaba pequeñas estrellas refulgentes en la superficie del océano, por lo cual teníamos que entrecerrar los ojos. Frente a esta costa, cruzando la avenida donde dejamos el auto, se elevaban los edificios de altísima categoría. Sus fachadas de colores claros con miles de ventanales y balcones extravagantes me hacían pensar cuantos miles de millones de euros habrían invertido en ese lugar. Recordemos que Mónaco, o mejor dicho Principado de Mónaco, tiene un gobierno monárquico, y como dato misceláneo, es el segundo Estado más pequeño del mundo.

Desde la orilla se adentraba en el mar, un muelle en forma de T. Subimos a él y nos dirigimos hacia la punta. Algunas personas adultas disfrutaban del sol, tumbados en malla en sus reposeras o lonas de playa por más que no hacia demasiado calor. Miramos el agua a nuestros pies. Quedamos perplejas al ver el color azul y la transparencia del agua, pero lo mas asombroso era la cantidad de peces que nadaban a centímetros nuestro. No sabría decir de qué especie era un cardumen, pero cada pez mediría unos 35 o 40 cm. de largo. Nati se volvió loca. Se quería tirar de cualquier forma y nadar con aquellos peces. Yo no estaba tan segura. El agua estaba helada, la temperatura del ambiente era media a baja, si bien llevamos bikinis no habíamos llevado toallas, dejar los bolsos solos en la orilla no me daba confianza… pero sumergirnos en el Mar Mediterráneo… era algo que no sabía si podría alguna vez volver a hacer. A veces las oportunidades se dan una sola vez y no estamos dando vueltas en la vida para andar desaprovechándolas. ¡Vamos! Primero volvimos hasta el auto a cargarle un poco más de dinero al parquímetro. También le puse a la GOPRO el flotador y la carcaza para poder grabar bajo el agua. Dejamos arriba del auto documentos, plata, celulares, cualquier cosa que nos puedan llegar a arrebatar del bolso mientras nos dábamos un chapuzón. Volviendo hacia el muelle, encontramos unos toilettes y vestuarios donde nos pusimos el traje de baño. Lo único que tendríamos para secarnos sería unos pareos que habíamos llevado para tender en la playa y poder tomar sol.

Nati fue más valiente y decidida, quien comenzó a internarse en el mar, puteando un poco por la fría temperatura. Al poner el primer pie en el agua me dio un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo. Avancé de a poco cada vez siendo más profundo, siempre cercana al pasamano metálico que el muelle tenía incrustado en el lateral. Pasaban los minutos y nos íbamos acostumbrando al frío. El nivel del agua ya me llegaba arriba del pecho y era increíble como veía totalmente nítidos las puntas de mis pies. Supongo que el grado de salinidad del Mar Mediterráneo debe ser alto, porque lo que flotábamos no tenía nombre. Entre risas, nos acercábamos a los peces que miedosos se dispersaban para todos lados. Habremos estado más de media hora ahí, disfrutando del océano como si fuéramos dos niñas que lo experimentan por primera vez en sus vidas.

Aún mojadas, hicimos uso nuevamente de los toilettes para ponernos la ropa seca. Era pasado el mediodía y el hambre comenzaba a notarse. Caminamos un poco más por las lujosas veredas, buscando negocios sobre todo de comida. Encontramos algunos de moda, obviamente que carísimo. Entramos a un local chiquito donde vendían un poco de todo. Ahí compré mi imán de Mónaco. No sé si en algún post hice referencia a esto, pero les cuento que de cada ciudad que voy TENGO que llevarme un imán.

De comer barato no encontramos nada. Dimos vueltas mirando los menús de algunos restaurantes, pero era imposible para el bien de nuestra economía. Resolvimos volver al auto y buscar algo por el camino de regreso a Niza.

Supongo que el ejercicio de nadar, más el sol del mediodía, más el sueño y cansancio que parecían no agotarse nunca, hacían que conduzca pareciendo un zombi. Al contrario de la ida, íbamos en silencio absoluto. Como si se tratase de un oasis en el desierto de Sahara, a la vera del camino, vimos unas sombrillas amarillas plantadas en sus respectivas mesas al pie de un camión de comidas. Sin pensarlo demasiado gire el volante a la izquierda y estacioné. El lugar estaba como en una especie de balcón al mar, delimitado por una baranda de reja. Se llamaba “La Petite Afrique”. Bajamos a mirar los precios. La realidad era que no era muy barato, pero teníamos tanta hambre compramos igual. Dos salchichas del estilo vienes con pan de pancho y un vaso de gaseosa. No estaba muy rico, es más ya sentía correr la “acidez” por mi esófago. Después de sacarnos algunas fotos junto al auto y hacernos las modelos, continuamos el viaje a Niza. Cada tanto, cuando veíamos algún paisaje interesante o bonito parábamos donde se pueda… y donde no se pueda también. Una maniobra y la típica que con balizas está todo permitido.

Dimos una vuelta por la costanera de Niza, buscando esporádicamente algún lugar donde dejar el auto, pero ya sabíamos que era inútil. Nuestro plan pasó a ser el siguiente: devolver el auto, luego ir a bañarnos al hostel y más tarde salir a recorrer la ciudad.

La reposición del auto era en la estación Central de Niza, Gare de Nice-Ville. Era a sólo 5 cuadras aproximadamente de donde estábamos parando. Antes de devolverlo había que llenar el tanque de nafta para que no nos cobren ningún tipo de recargo. El tránsito de Niza era trastornante, además, por supuesto, que la suerte no estaba de nuestro lado a la hora de que las calles sean mano para doblar donde nos convenía. Dimos vueltas hasta dar al fin con una estación de servicio. Realmente ese autito consumía muy poco. Sólo habíamos consumido medio tanque y el total a pagar fue algo de 30 euros, si mal no recuerdo. Con el auto listo para entregar nos dirigimos hacia la estación de Niza. Aquí más problemas. Sinceramente no veíamos la hora de dejar el auto y ser “libres”. Al pasar por la puerta de la estación, estacioné con balizas, ya un clásico, y Nati bajó con los contratos de alquiler a averiguar por donde había que meterlo, ya que amén de no tener ni idea, no estaba señalizada la entrada. Al cabo de 10 minutos Nati regresó y me explicó por donde era, para lo que tuvimos que da oootra vuelta más.

El lugar donde Hertz recibía los autos era en la terraza de la estación. Tuvimos que subir como 3 pisos de estacionamientos para acceder a este sitio donde había decenas de autos y empleados poniéndolos en condiciones para nuevamente ser alquilados. Mangueras, esponjas, baldes, aspiradoras, todo tipo de utensilios para la limpieza de los vehículos, se encontraban desparramados por todas partes. Un hombre nos indicó que lo estacionemos en un lugar vacío. Revisamos que no quede nada. Bajamos. De verdad me sacaba un peso de encima, por las cosas que comenté en el post anterior. Nos asomamos a la baranda de la terraza. Vimos casi 20 carriles de trenes, paralelos a los andenes donde las personas esperaban su turno. La estación era inmensa, y desde allí se podía observar en su plenitud.

Eran aproximadamente las 4 y media de la tarde cuando llegamos al hostel. Nos pegamos una ducha y tomamos unos mates mientras descansábamos un poco. Cuando volvimos a salir a la calle el sol ya estaba ocultándose y las luces de la ciudad comenzaban a encenderse. A dos cuadras de hostel, se encuentra una de las avenidas principales por donde sólo circula el tranvía. Se trata de una gran peatonal, donde no pasan autos, y el piso con sus grandes baldozones blancos y negros asemejan un tablero de ajedrez. La pulcritud de las calles es asombrosa. Los edificios tienen una arquitectura armonica entre ellos, siguiendo una gama de colores ocres, amarillos, mostazas, rojizos, donde cada ventana tiene un postigo azulado. Todo el boulevard estaba repleto de tiendas de ropa de las grandes marcas y restaurantes de todo tipo. Esta calle desemboca en la plaza Masséna, que es la plaza mayor de Niza. En un rincón se encuentra una fuente de agua llena de estatuas de diversos mitos griegos. Además allí podrán ver la obra de arte moderno de un artista catalán llamado Jaume Plensa. Se trata de siete altos postes paralelos a las vías del tranvía, los cuales en su parte superior descansa la estatua un hombre arrodillado, el cual se encendía de noche como si fuera una lámpara. Según lo que leí, representan a los 7 continentes. No entiendo muy bien la lógica del artista pero le daba al lugar un toque de excentricismo. Otra cosa… que yo sepa los continentes son 6, pero ahora interiorizándome en el tema, resulta que en el modelo que se enseña a las personas de habla inglesa y china, son 7: Centroamérica y Norteamérica lo separan de Sudamérica. ¡Las cosas que uno se entera!.

Caminamos hasta el final de la avenida y llegamos a la costanera. El horizonte estaba nublado, lo que hacia que la noche se anunciara mas prontamente. Paseamos un rato por la pasarela de la costa y nos sentamos en un banquito a contemplar el frustrado atardecer. Pasamos largo rato ahí, mirando ese mar por última vez, ya que al otro día partiríamos muy temprano, como de costumbre, hacia Italia.

Volvimos a adentrarnos en la ciudad. Entramos en varias tiendas buscando imanes. Mientras tanto tirábamos ideas de qué cenar. Habían quedado dos tomates del día anterior, asique decidimos comprar algo mas y cocinar. Encontramos un supermercado de regreso al hostel. Agarramos una lata de arvejas, una bolsa de arroz, dos cebollas y un morrón. Esa mezcla de alimentos seria nuestra cena, sumando los tomates. De beber cerveza, claro.

Aun faltaban como 10 cuadras para llegar al hostel y realmente no dabamos más del cansancio. Vimos que el tranvía que iba en la misma dirección que nosotras se acercaba y unas 5 personas lo detenían para tomarlo. La miré a Nati y rápidamente entendió que mi intención era subirme. El vagón estaba repleto de gente. Vimos que muchos de los que subieron no pagaron el pasaje, tampoco vi donde se cobraba. La cuestión que ahora me da vergüenza decir que nosotras tampoco lo pagamos. Aunque solo recorrimos menos de 10 cuadras y de esa manera lo justificamos, jeje.

Al llegar abrimos una cervecita y nos pusimos a cocinar. Nuevamente nos adueñamos de la cocina, de todos modos no había nadie que quisiera usarla. El revuelto de arroz con verduras no era la gran cosa, pero hacia rato que no comíamos nada verde. Cenamos bajo las estrellas en el patio del hostel. Estaba algo fresco, pero nada que una camperita no pueda solucionar. Cuando terminamos, lavamos lo que usamos y nos fuimos a la habitación a armar las mochilas y dejar todo preparado para el día siguiente. A las 7:25 am. tomaríamos nuestro tren hacia Génova, Italia.

 

Buonanotte!

 

Les dejo el link de una guía muy interesante y completa sobre Niza:

http://www.nicetourisme.com/pdf/DOC/ESP_Guide_pratique.pdf

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Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Ligia R Lopez de Castilla

    Hola…
    Vale la pena ir a Monaco, a Niza ? Lo recomiendas ?
    Gracias

    1. vbernardez

      Hola Ligia! ambos son muy lindos, no sé que otras opciones de lugares tendrás… Mónaco es para recorrerlo en el día porque además es bastante caro. Y Niza con dos días te alcanza. Toda la Costa Azul es muy bella. Suerte! 😀

  2. Ana Paula

    Hola, que lindo viaje, te hago unas preguntas, en que mes fuiste ( ya que contas que no hacia mucho calor) y en que hostel se alojaron ?

    1. vbernardez

      Hola Ana Paula, como andás? fuimos en Octubre, como ves en las fotos estabamos de manga corta, pero no hacia mucho calor. Nos alojamos en un hostel que se llamaba Hostel Pastoral (excelente ubicación 😉 )
      SAludos!!

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