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Costa Amalfitana: Trekking por el Sendero de los Dioses

Una de las cosas que más me gustó del viaje que hice con mis amigas por la Costa Amalfitana fue un recorrido poco conocido, o por lo menos del que nunca había oído hablar, llamado Sendero Degli Dei o Sendero de los Dioses. Este “sendero”, propiamente dicho, es uno de los circuitos de trekking que ofrece esta parte de la Costa. Hay de diferentes dificultades y duraciones y atraviesan las montañas paralelas a la mar Tirreno. El Sendero de los Dioses, en particular, va por las alturas hasta llegar a Positano. Los paisajes desde ahí son totalmente de ensueño, y metafóricamente hablado, parece como si se caminara entre las nubes, bien cerca de “los dioses”.

Habíamos pasado toda la mañana recorriendo el hermoso pueblo de Ravello y pasando el mediodía, nos encaminamos hacia Amalfi. Era un día espléndido de Octubre, totalmente despejado y un sol resplandeciente se alzaba en el cielo. La ensortijada ruta que conducía hacia la ciudad al borde del mar parecía una montaña rusa de curvas y contracurvas, subidas y bajadas. Además, como ya les conté en otros post, es tan estrecha que a penas pasan dos vehículos casi rozándose.

En esa parte de Italia, los pueblitos están uno a lado del otro colgados de la montaña, por lo que en pocos minutos llegamos a la capital de la Costa. Flor, nuestra conductora designada, aminoró la marcha buscando donde estacionar. Salimos de la ruta por una calle hacia el mar y nos metimos en la zona del puerto. Decenas de autos y buses trataban de avanzar entre los grupos de gente que cruzaban las callecitas adoquinadas. A simple vista Amalfi era precioso, limpio, colorido y ordenado, pero caótico a la vez. Para llegar al Sendero de los Dioses, lo único que sabíamos a ciencia cierta era que teníamos que tomar un bus desde allí hasta Bomerano. Este pueblo quedaba en lo alto de las montañas, camino a Positano. Claro que también podríamos haber ido hasta Bomerano en auto, pero al regreso tendríamos que volver desde Positano nuevamente a buscar el móvil y de seguro era más probable conseguir autobús a Amalfi que era una ciudad con mucho más movimiento que la otra.

Estacionar se estaba volviendo un problema y el tiempo corría veloz pisándonos los talones. Decidimos separarnos para acelerar las cosas. Barby y Aldana bajaron del auto siendo las encargadas de conseguir los tickets del SITAbus, la empresa de buses que recorre esta parte de Italia. Por otro lado, Nadia, Flor y yo continuamos el camino por el puerto buscando un parking. Fue en vano. La calle se convirtió en un atascadero y tuvimos que dar una laboriosa vuelta en U donde la calle era tan angosta que los autos tenian que cerrar los espejos laterales para no chocar unos con otros.

Cuando llegamos al lugar de partida, divisamos a las chicas que nos esperaban con los boletos en la mano. El micro partiría desde allí a las 14:15, y solo faltaban 20 minutos para ese horario. Aún quedaba comprar la vianda para almorzar, ya que no había tiempo de nada. Nos dividimos las tareas, ellas que estaban ya abajo fueron las encargadas de hacer las compras y nosotras de estacionar el maldito auto. Mientras intentábamos avanzar entre el gentío, apareció un hombre vestido de azul el cual aparentaba ser uno de los choferes de los buses que estaban estacionados frente a nosotras. Flor le preguntó por un estacionamiento y el hombre hizo algunas señas con las manos. Avanzamos hacia el lugar indicado y recordé que, cuando estábamos llegando a Amalfi, cruzamos un lugar que parecía una especie de supermercado subterráneo. Sin embargo se trataba de un inmenso estacionamiento. La entrada estaba justo detrás de una curva que rondaba la montaña. Costaba 3€ la hora, a lo que supusimos que terminaría saliéndonos algo de 15 o 18€. Era un buen precio si lo dividíamos entra las cinco. Mientras esperábamos que Flor regrese a nuestro encuentro, ya que fue la única que fue a estacionar el auto, pensaba cómo haríamos para volver hasta Amalfi. O sea, estábamos a unas 10 cuadras sobre la ruta y no había veredas, ni siquiera había banquina. Cuando Flor llegó nos dijo que el empleado de estacionamiento le había marcado ir por un camino subterráneo.

Sorprendentemente descendimos por un gran túnel perfectamente iluminado, y al cabo de no más de 5 minutos salimos al exterior. Casi como si nos hubiésemos teletransportado en el espacio estábamos en la plaza principal de Amalfi, justo en la parte trasera del Duomo. Caminamos en dirección al mar hasta llegar nuevamente a la esquina donde nos habíamos  despedido de nuestras amigas. Cinco minutos más tarde aparecieron Bárbara y Aldana con dos bolsas en las manos. Por suerte consiguieron un mercado donde compraron para hacer sanguchitos de jamón y queso, aguas y algunas frutas. Buscamos inmediatamente elSITAbus con cartel hacia Agerola, la localidad donde queda Bomerano. Cuando subimos al bus, notamos que estaba en marcha pero aun no estaba sentado su conductor. Algunas personas esperaban en la parte delantera, descansando recostadas en las butacas azul oscuro. El micro estaba algo descuidado y de una limpieza dudosa. Nos ubicamos en el fondo, en los últimos asientos, y comenzamos a preparar el almuerzo como si estuviéramos de picnic en algún parque. Sólo unos minutos pasaron cuando un tano de uniforme azul subió y la máquina comenzó a desplazarse. Vueltas y más vueltas sobre aquella ruta angosta y empinada. Ahora pensaba que no había sido una de las mejores ideas haber comido bajo aquellas circunstancias. El sol se colaba por la ventana y por el polarizado del vidrio, pegándome justo en la cara. Abrí los ventiletes superiores para evitar las arcadas inminentes. Era todo una experiencia ir en ese bus. Estar a un nivel más arriba que los demás vehículos cambiaba totalmente la perspectiva. Me pareció que al chofer poco le importaba ver por el retrovisor que las 5 mujeres del fondo se balanceaban de un lado al otro cuando giraba a toda velocidad en las curvas. Y, o estaba demasiado acostumbrado a aquel camino de la muerte o era un completo inconsciente por lo rápido que íbamos, a lo que mi juicio respecta.

Unos 25 minutos después el conductor detuvo el micro en una parada y anunció que nos encontrábamos en Bomerano – Sendero Degli Dei. Eran apenas pasadas las 3 de la tarde y, sabiendo que no nos quedaban demasiadas horas de luz, apuramos el paso. Como les contaba al principio del post, hay varias opciones de trekking desde este lugar. Nuestra idea era hacer el Sendero de los Dioses que era el más extenso. Nada más y nada menos que 7 kilómetros a pie, donde en la última parte podríamos optar por bajar 2000 escalones hacia Arienzo o caminar un tramo más hasta llegar a Montepertuso, y desde cualquiera de los dos lugares caminar o tomar bus a Positano.

El bus nos habia dejado frente a una placita en forma de triángulo llamada Piazza Paolo Capasso. La atravesamos y descubrimos un cartel que indicaba el camino hacia el sendero con las duraciones de los distintos recorridos (es la foto que puse al principio del post). Atravesamos un pasillo empedrado que desembocaba en una vegetación abundante donde el viento hacía vibrar las hojas de los árboles componiendo un apacible sonido. El camino volvió a convertirse en asfalto y subía bordeando la ladera de la montaña. Un cartel anunciaba el inicio del Sendero Degli De y a partir de allí, el camino era ancho y escalonado, recubierto por piedras adosadas al cemento y unas barandas de seguridad que descendían adentrandose en  la Grotta Biscotto o Cueva Galleta, facilmente reconocible por su color beige y su textura porosa.

De pronto ni barandas, ni pasamano, sólo el sendero desnivelado, ahora completamente de tierra y, a
nuestra izquierda, el precipicio que culminaba en el mar Tirreno.

El Sendero de los Dioses es muy antiguo, hay escritos que datan del 1600. Por momentos nos encontrábamos a más de 650 metros de altura, caminando sinuosamente al rayo del sol amalfitano. El viento nos sorprendía inesperadamente con ráfagas capaces de tirarnos al vacío, si nos hubiéramos encontrado demasiado cerca del despeñadero. Decidí que ese no era un lugar para cualquiera, solo para los valientes y aventureros, y creo que nosotras éramos un poco más del segundo tipo.

El paisaje variaba de manera repentina a medida que avanzábamos por la montaña; árido y rocoso, llano y agreste, húmedo y boscoso. Subíamos y bajábamos por el sendero mientras admirábamos la majestuosa vista que se presentaba ante nuestros ojos. En algunas oportunidades, el camino eran solo piedras enormes, las cuales había que sortear cuidadosamente sin un rumbo estipulado.

Al cabo de poco más de una hora, creo yo, llegamos a un punto llamado Colle La Serra. Allí el sendero hacia una especie de T custodiada por una fuente de agua totalmente potable, donde por supuesto cargamos nuestras botellitas. Hacia la izquierda se podía bajar hacia Praiano, y hacia la derecha continuar a Positano. Hacia el último íbamos.

La bola de fuego parecía, por suerte, estar anclada en el cielo azul y su resplandor en el mar nos cegaba cada vez
que bajábamos la vista. Mi mayor miedo era que la noche nos encontrara en el camino, pero tenía fe de que conseguiríamos llegar siendo de día, más que nada si apurábamos el paso. La península Sorrentina se veía en todo su esplendor, como si la estuviéramos observando a través de Google Maps de manera satelital, el relieve era perfecto. Entre la bruma se divisaba, bastante lejana aún, la población tan particular de Positano.

Al ver unas mesas y bancos de madera estilo de camping nos detuvimos a recobrar el aliento y comer algo. No fueron más de 10 minutos, ya les conté el tema de la noche y todo eso. De vez en cuando algún cartel, muy pequeño por cierto, nos indicaba cuántos kilómetros faltaban para llegar. Casi me infarto al comprobar que estábamos recién a mitad de trayecto y eran cerca de las 5 de la tarde.

De pronto el camino se angostó y nos adentramos entre arbustos laberínticos de un poco más de un metro de alto. Una vez más subíamos y bajábamos. Estábamos cansadas de caminar, y los pies empezaban a doler, por lo menos los míos. Nuevamente el camino se dividía y un letrero con una flecha indicaba la dirección hacia Nocelle y otra hacia Montepertuso. Sabíamos que nuestro trekking pasaba por ese pequeño pueblo, así que continuamos hacia Nocelle. Sin embargo, si ustedes no quieren bajar por la escalera, el otro camino también termina en Positano y se tarda alrededor de una hora y media más, según los lugareños (3 km.).

Una gran plaza  nos recibió con una espectacular vista. Era un lugar precioso y bastante solitario. Como toda plaza tenía su iglesia, que estaba cerrada, y como único “negocio” donde poder comprar algo, había un pequeño puesto de refrescos artesanales. Nos acercamos a ver cuanto salían las limonadas frozzen que ofrecía el hombre, quien se puso contento de tener clientes. 2 euros nos costó el vaso, el cual podía ser de limón, naranja o mixto.  El pequeño puesto estaba decorado con 5 cestas repletas de enormes limones.

 

Mientras tomábamos un respiro disfrutamos de las riquísimas limonadas, si tienen la oportunidad, vale la pena probarlas. No olviden que esa zona de Italia es reconocida mundialmente por la calidad de sus cítricos, el limón lo van a ver ¡hasta en la sopa!.

Junto con el ocaso se aproximaba la última etapa del Sendero de los Dioses. El último desafío, que ha decir verdad subestimé bastante con un: “Bah! bajar escalones no es nada”. ¡Preparen sus pantorrillas señores! Después de esos 2000 escalones Robocop va a ser un poroto al lado de ustedes; además de estar a ibuprofeno o diclofenac los días siguientes. No digan que no les avisé. Les juro que no exagero!, ojo, tal vez si estaba un poco más entrenada no lo hubiera sufrido tanto. Aun que confío también en que la forma de los escalones no ayudaba demasiado.

La escalera infinita descendía hacia la ruta amalfitana sin descanso. Recuerdo que los primeros 600 peldaños (en algunos está marcado el número de escalón) no fueron mucho problema. Pero de repente un dolor  punzante empezó trepar por mi pie desde la punta de los dedos hasta el talón de Aquiles. Maldije no tener unas zapatillas más adecuadas para la ocasión, y que la suela de mis Converse veraniegas no amortiguaran mis pasos como era debido. Estaba casi renga pero no dije nada, mis amigas parecían estar intactas, cosa que admiré.

Sinceramente no veía la hora que la tortura escalonada acabara. Encontré un largo palo a la vera del camino el cual tomé para ayudarme, cual persona mayor. No me resultó demasiado cómodo y unos 10 escalones más abajo regresó a la naturaleza.

Cuando vislumbramos la ruta a unos cuantos metros, nos dimos cuenta que era el último tramo de escalera, lo cual nos llenó de energía. Fue una sensación totalmente extraña pisar el asfalto llano. Para nuestra absoluta sorpresa aun estábamos bastante lejos de Positano y el pequeño pueblo donde nos encontrábamos ahora era Arienzo. Para llegar a nuestro destino tendríamos que bordear la ruta unos dos kilómetros más. Todas coincidimos en que, no sólo quedaban muy pocos minutos de sol, sino que eel cansancio era extremo. A pocos metros de los últimos escalones estaba la parada del SITA que nos llevaría de regreso a Amalfi. Esperamos allí uno 15 minutos hasta que apareció el bus. No salíamos de nuestro asombro al ver que el colectivo estaba repleto de gente. Realmente pensamos que seguiría de largo pero el chofer, como buen samaritano, se detuvo y abrió la puerta a la mitad del bus. De un salto y empujando un poco (literalmente) logramos subir las cinco. En mi caso, quedé apretujada contra la puerta, rogando que la no cediera, pero con una vista increíble al acantilado. Como habitante de un país tercermundista, fue una experiencia totalmente habitual, lo que no imaginamos es que en Italia también se viaje así; y eso que estábamos en Octubre y se supone que es temporada baja, no quería imaginarme en el verano.

Fue un mágico atardecer, a pesar de que ya estaba mareada de las vueltas que daba aquel colectivo que transitaba bastante rápido. No sé cómo pero la gente seguía subiendo parada tras parada y cuando, al cabo de 20 minutos, al conductor anunció estar en Amalfi, fue un verdadero alivio.

Después de pagar la ficha de estacionamiento emprendimos el regreso hacia Maiori, que era nuestro lugar de base durante esos dos días. Esa sería nuestra última noche para, al día siguiente, continuar nuestro viaje amalfitano hacia Sorrento.

Habíamos pasado varias veces por Minori, el pueblo que está junto a Maiori, pero sólo lo observamos desde el auto. Eran cerca de las 7 de la tarde y el horizonte había pasado de un fucsia intenso a la noche azulada. Atravesamos el pequeño Minori y decidimos detenernos a merendar una hermosa confitería frente a la costa. En realidad dijimos: “Si hay lugar para estacionar, vamos”… ¿y a qué no saben qué?. Dos euros costaba aparcar en la calle. Como habíamos hecho en Salerno el día anterior, compramos el ticket de la “raspadita” en la misma confitería.

Cuando ingresamos al local se nos salían los ojos de las delicias que había. Decenas de porciones de diferentes tortas, masas, facturas, pasteles y postres que teníamos que preguntar que eran porque no teníamos ni idea. Después de elegir varias porciones para compartir nos sentamos en una mesa en la parte de afuera. Estaba un poco fresco pero nada que no se arregle con un buen café italiano. La merienda transcurrió deliciosamente en paz. Estaba todo exquisito y con una hermosa presentación.

Una hora después ya estábamos en Maiori para bañarnos, descansar y cocinar!. Al otro día el itinerario arrancaba en Amalfi, para luego visitar Praiano y Positano por la tarde, terminando finalmente en Sorrento donde pasaríamos las dos noches siguientes.

Buonanotte!

 

 

MAPA DEL SENDERO DEGLI DEI

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Esta entrada tiene 5 comentarios

  1. seba

    buenas queria saber si se acuerda bien donde era ese parking? en amalfi. ya que voy en septiembre y seguro no encuentre lugar para estacionar. gracias!

    1. vbernardez

      Hola Seba! si, ahi lo busqué, se llama Luna Rossa. Podes buscarlo en Google maps como: “estacionamiento Amalfi” y te aparece en seguida. Si no esta es la web: http://www.amalfimobilita.com/
      En la parte de “contacto” esta en el mapa marcado. (No te dejo la dirección porque cuando la pones en el GPS marca otro lado, mejor miralo por tu cuenta). Queda sobre la Via Pantaleone Comite. Saludos!

  2. Laura

    Hola, muy buenos todos tus comentarios y me causó mucha risa el viaje de ustedes en bus… viajo con mi pareja en octubre y nos alojaremos también en Maiori, y desde allí visitaremos toda la costa. Ha sido de gran ayuda tus consejos, tanto de los estacionamientos y de si viajar en bus o auto. Tan solo quería agradecerte y si tienes otros tips para tener en cuenta, como algunos lugares para comer que no sean muy caros, te lo agradeceré más aun. Saludos

    1. vbernardez

      Hola Laura!! gracias por tu mensaje!! que lindo que viajes a la Costa Amalfitana! Mirá con respecto a lugares para comer, sacando alguno que haya nombrado, no salimos mucho. Tratábamos de cocinar bastante porque alquilamos departamentos justo para eso. Donde si salimos a comer fue en Sorrento, pero nada del otro mundo y sinceramente no recuerdo donde fuimos. Hay mucha oferta gastronómica, la cuestión es buscar precios. Cualquier otra consulta escribime! saludos!!! y buen viaje!!

  3. Smithb146

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