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BREVE MANUAL para ATRAPAR a un LADRÓN en un TREN de PRAGA a BERLIN

  • Categoría de la entrada:EUROPA

Casi 5 horas tardaríamos en llegar desde la capital de República Checa, a la ciudad más polémica de Alemania. El tren Praga-Berlín salió en horario pasadas las 6:30 de la mañana. El camino desde nuestro hostel hasta la terminal de trenes era parecido al puente de la película Sleepy Hollow, por donde aparecía el jinete sin cabeza, o por lo menos a eso nos recordaba esa pasarela de cemento que cruzaba sobre la ciudad, rodeada de vegetación, el día nublado y la niebla matutina que nos cubría. Tardamos un poco más de diez minutos en arribar a la estación y unos 5 minutos más encontrar la plataforma desde donde saldría nuestro tren.

Subimos de un envión al vagón indicado en nuestra reserva, con las mochilas, de no menos de 18 kilos, sobre la espalda. No veíamos la hora de sacarnos el peso de encima, caminar esas 10 cuadras y a esa hora de la mañana, habían sido fatales. Acomodamos los bodoques en el espacio apartado para equipaje y nos desplomamos sobre las cómodas butacas del EuroCity. Nati, mi mejor amiga, se sentó del lado del pasillo y me otorgó la ventaja de dejarme junto al ventanal. En realidad, al ser muchos viajes en distintos medios de transporte, íbamos turnándonos.

El tren comenzó a deslizarse lentamente sobre las vías. Era un movimiento casi imperceptible, perfecto para echarse una buena siesta. Corrí el pestillo que mantenía la mesita individual pegada al asiento de adelante. La tabla de plástico bajó y sobre ella coloqué algunas pertenencias que traía como equipaje de mano. La Tablet en su funda, en la cual también guardada los pases de tren, para tenerlos a mano siempre por si nos los pedía el guarda; sobre ella, un pequeño bolso cuadrille que me había comprado en Florencia, donde guardaba la máquina de fotos y demás. Nati puso su cartera en el suelo, entre sus piernas. Sus cierres estaban que reventaban por la cantidad de cosas que llevaba en su interior.

El sol se asomaba por momentos entre las nubes mientras dejábamos atrás la ciudad de Praga y el paisaje campestre comenzaba a inundar la escena a través del vidrio. Poco tiempo permanecí admirando esos campos verdes y las pequeñas casitas de techos rojos a lo lejos. Minutos después me quedé dormida.

El sueño era pesado y cada tanto me removía en mi asiento buscando una nueva posición donde estar más cómoda. De pronto como si mi intuición me lo mandara abrí los ojos de par en par. El cuadro que conformaba mi campo visual consistía en la pequeña mesita del asiento delantero, sobre la que había puesto la Tablet y el bolsito. Pero había algo más… algo que no encajaba en la escena, o por lo menos eso me indicaron mis neuronas aún somnolientas. Una mano blanca y robusta trataba de agarrar la Tablet con sus dedos temblorosos. Giré inmediatamente mi cabeza hacia el pasillo, hasta dar con la cara del dueño de aquella mano. Un hombre de unos 40 años aproximadamente, de tez blanca, rubio y algo rechoncho me miró sorprendido con sus ojos celestes casi transparentes. Yo no sabía que decir, no entendía demasiado que era lo que estaba pasando. El hombre sacó enseguida la mano y me preguntó en inglés algo asi como: you smoke?. O sea, ¿ese hombre me estaba preguntando si yo fumaba, y esa era la justificación para estar hurgando MIS cosas en busca de un cigarrillo? ¡¿Era eso posible?!.

—No! — dije demostrando el enojo en mi rostro. El hombre me dijo Ok con una semisonrisa nerviosa y se retiró hacia el acople del vagón. Aún con la mente adormecida verifiqué mis cosas y luego desperté a Nati que ni se había enterado de todo aquello.

—Che! Me quisieron robar la tablet— mi amiga entreabrió los ojos frunciendo el entrecejo.

—¿Eh?— dijo incorporándose con cierta modorra — ¿de que estás hablando?

Le conté brevemente lo ocurrido y a medida que recapitulaba me iba dando cuenta de la gravedad del asunto, y de que, efectivamente, ese hombre no buscaba cigarrillos, sino que lo había agarrado con las manos en la masa. Nati miro su cartera. Estaba abierta de par en par. Hasta el cierre del bolsillo más pequeño estaba abierto, pero para nuestra suerte, y desgracia del maleante, en su cartera había solo cosas de escaso valor y “recuerditos”. Poca importancia le dio mi amiga al suceso y aún con sueño se levantó para ir al baño. Mientras esperaba que regrese, saqué un sándwich del bolso y lo mastiqué, cual Lisa Simpson comiendo su galleta, mientras Nelson habla con Jimbo y compañía, en el capítulo que se dan un beso (algunos me entenderán). Mi cabeza, ya despierta, maquinaba a treinta mil por hora. La rabia iba creciendo en mi interior, por haber parecido tan ingenua y vulnerable. ¡Esto no podía quedar así!. Ese hombre no podía bajarse del tren totalmente impune. No, no, no!. Iba contra mis principios y mi naturaleza. Terminé el sándwich en el momento que Nati volvió a sentarse junto a mi.

—Vamos a decirle algo, esta ahí — le dije parándome y viendo que aún estaba en el espacio entre vagones, junto a la puerta.

—¿Estas loca?. ¿Qué le vas a decir?— replicó mi amiga.

— No sé… avisemos a alguien, no sé, hagamos algo! — dije removiéndome en mi lugar impacientándome.

— Paraaa!, ¿y las cosas?. Las vamos a dejar acá y nos van a robar de verdad — Nati tenía razón. Miré hacia mis costados y vi una pareja de abuelos sentados justo delante nuestro.

—Deciles que nos “miren” las cosas— le pedí a mi amiga como si estuviéramos en la playa y quisiéramos ir al agua a darnos un chapuzón.

La bronca e impulsividad hacia mover mis pies. Atravesé el pasillo mientras pensaba que iba a decirle. Tenía que ser algo conciso, en inglés, corrección: en mi NO inglés, y que el checo me entienda. De pronto vino a mi mente un capitulo de Lost, la serie en que la de un grupo de personas tienen un accidente aéreo y despiertan en una isla, ¿la tienen?. Bueno, es una de mis series favoritas y, como Los Simpsons, la vi muchas veces. Entonces vino ese capítulo donde el grupo liderado por Jack, el médico, toman por la fuerza armas y remedios que “Sawyer” se había apropiado y él, a través de una serie de engaños recupera. La cuestión es que cuando todo es descubierto, Sawyer, muy enojado da una especie de sermón.

Así que así fui yo, furiosa cual Sawyer y con su mismo discurso. Me paré enfrente del checo y fulminándolo con la mirada le dije: You took my stuff!. No era exactamente lo que había pasado, pero era lo más intimidante en frases hechas que le podría llegar a decir. El checo abrió sus ojos claros de par en par y movió la cabeza en forma negativa y diciendo que no, a lo que yo le decía que si. Miré a mis espaldas y vi que Nati se aproximaba rápidamente. Ese segundo bastó para que el hombre se escurra hacia el siguiente vagón.

—¡Vamos a buscarlo!— le grité a mi amiga. Creo que nunca imaginé estar corriendo a un ladrón a lo largo de un tren. Cruzábamos de vagón en vagón abriendo las puertas vidriadas presionando los interruptores. El hombre caminaba rápido, tratando de no llamar la atención, pero nos llevaba algo de ventaja. Nos echamos a correr cuando vimos que desaparecía de nuestra vista. Cómo si se tratara de una película de acción, cuando casi estábamos por alcanzarlo cruzó una de las puertas y la cerró de su lado, bloqueando totalmente nuestro acceso. Se detuvo un instante a mirarnos y hasta creo que se le dibujo una sonrisa en el rostro. Se dio media vuelta y continuo a su paso rápido hacia el final de vagón. Ya tomando el tema demasiado en serio, golpeamos el vidrio con los puños pidiendo ayuda a las personas que estaban en el vagón subsiguiente. Un jovencito se acercó y vanamente trató de abrir la puerta. A los gritos le pedimos que busque ayuda. Al minuto un hombre que parecía ser guarda del tren debido a su aspecto y vestimenta, logró abrir la puerta. Le dije a Nati que le explique que pasaba y salí corriendo dejándolos atrás. De pronto llegué a un vagón con camarotes, de los cuales había varias personas asomadas mirando hacia el final del tren y murmurando entre ellas. Detuve mi paso y agudicé el oído al entender un poco la conversación. Un hombre se quejaba de que le habían intentado robar el teléfono celular. Noté que el tren iba bajando la velocidad, estaríamos llegando a alguna estación. Avancé hacia el próximo vagón, el último. Allí dos personas hablaban exasperadas con el checo. De uno de los camarotes salió otro hombre de gorra y ropa deportiva y se acercó a ellos. Antes de que pudiera hacer cualquier cosa, el checo forzó la puerta de salida, abriéndola de par en par. El hombre de gorra que resultó ser un policía encubierto forcejeó con él, intentando reducirlo, pero en un paso en falso el checo se libró de él y, con el tren aún en movimiento, se lanzó a las vías. Miré por la ventana y vi como rodaba por el pasto y luego se paraba con dificultad para comenzar a correr. El policía que logró quedarse con la mochila que llevaba el ladrón. Se puso unos guantes de látex que sacó de su bolsillo y la abrió. Quedó sorprendido al ver que en su interior sólo había una muda de ropa. O se había llevado las cosas en los bolsillos, o era el peor ladrón del mundo porque no había robado nada.

Me aproximé a Nati que había visto toda la escena desde el otro lado del vagón y juntas volvimos al asiento. Me sentí realizada de haber hecho algo y no quedarme con la bronca adentro, sin embargo mi parte racional me decía que también había sido una maniobra peligrosa, ya que no sabía si el checo estaba armado o como podría reaccionar.

En fin, esta se transformó en una anécdota genial de nuestro primer eurotrip, donde por suerte salió todo bien. Así que, como recomendación, no se fíen demasiado de dejar sus pertenencias solas en ningún lado!

 

Espero que les haya gustado esta pequeña aventura 😀

 

Saludos!! Y buenos viajesssss!!

Y recuerden….

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