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Primeras reflexiones de un dia en OSLO

  • Categoría de la entrada:NORUEGA

La primera vez que pisé Oslo (y digo “la primera vez” porque algo me dice que habrá una segunda) sentí que estaba en un lugar que ya conocía, me sentía como en “casa”. Como si ya en algún momento de mi vida haya inspirado su aire y transitado sus calles. Era increíble lo bien que me ubicaba, casi sin utilizar el mapa. Tal vez sea que en una ciudad de verdadero primer mundo su planeamiento urbanístico sea tan perfecto que resulte más sencilla la cosa… pero también puede ser, que “pasé varios libros” conociendo Oslo a través de Jo Nesbø y eso me haya dado un panorama bastante exacto de la capital noruega. No sé. La cuestión es que, cuando el avión de la empresa SAS, proveniente de Tromsø, tocó tierra firme aquel día nublado de marzo, una emoción inigualable me recorrió el cuerpo, como la de quien hace algo por primera vez.

Digamos que la relación con Oslo no empezó del todo bien, ya que al recibir la valija en la cinta transportadora me di cuenta que la manija de arrastre estaba completamente rota. Hice el reclamo y demás, donde me ofrecieron otra pero un poco más pequeña, la cual no agarré y me quedé con el papel para intentar solucionar el tema más tarde. Pero no entremos en detalles con eso, no tiene sentido amargarse.

Nos dirigimos al exterior del aeropuerto. No era demasiado grande, por lo menos en comparación con el de Heathrow, donde había estado una semana atrás. Los carteles indicadores nos llevaron fácilmente a la terminal donde partían los buses. Desde Buenos Aires, compré por internet dos tickets para el Flybussen. Ya habiamos probado su servicio en Bergen (ahi les conté la primera experiencia), y la verdad es que, por suerte, nos dio muy buen resultado. Había investigado bastante acerca de cuál era la mejor manera de trasladarse desde el aeropuerto de Gardermoen hacia el centro, y realmente esa era la mejor. Más allá de eso, todos los medios de transporte en Noruega funcionan de manera eficaz y puntual. El precio fue de 300 NOK ida y vuelta, y la frecuencia es cada 15 minutos (si es de madrugada creo que es un poco más acotada). Igualmente pueden chequear horarios y costos en la web.

Afuera, el cielo estaba totalmente encapotado y caía una fina llovizna, de esa que, a la larga, moja bastante. Esperamos unos pocos minutos a que el bus, que ya estaba en la fila de partida, se arrimara al lugar indicado por uno de los empleados de Flybussen. Le mostramos el boleto desde el celular y subimos sin ningún problema, dejando la valija desmembrada y la sana en el maletero del colectivo. Al igual que el Flybussen de Bergen, este estaba completamente calefaccionado, limpio y vacío. Durante los cinco minutos que esperamos a que partiera, cuatro o cinco personas más, de nacionalidades dudosas, se acomodaron en los asientos cercanos. Conecté el wifi (un bus con internet no se ve todos los días y hay que aprovecharlo al máximo) y me pasé largo rato haciendo transmisiones en vivo mientras el enorme vehículo rodaba por las rutas resbaladizas de las afueras de la ciudad. Había unos 50 kilómetros de distancia total entre el aeropuerto y el centro, allí mismo donde habíamos alquilado un pequeño (pequeñísimo) departamento por AIRBNB.

Unos 40 minutos tardó el bus en llegar, laparada era frente al Radisson Blu Scandinavia Hotel y desde ahí tendríamos que caminar alrededor de 400 metros. Llámenme romántica, o simplemente fanática, pero cuando tuve que elegir la zona dónde hospedarnos, (más allá de que sea un lugar céntrico y no me maten con el precio) el primer lugar donde busqué fue en el barrio de mi querido Harry Hole. Tengo que contarles que lo bueno de esta fantástica saga de novelas negras, o por lo menos una de las cosas que más me gusta, es que Jo Nesbø da vida a sus relatos en lugares reales, desde el bar donde se almuerza nuestro brillante detective, hasta la dirección de donde tiene su apartamento. Y no solo pasa esto con los libros que suceden en Oslo, sino también aquellos donde los acontecimientos transcurren en Sidney, Bangkok y hasta el Congo. Si les gustan las novelas detectivescas a lo Agatha Christie, este autor noruego les volará la cabeza.

De todos modos, además de estar a 6 cuadras de la “vivienda” de Harry, tuvimos una ubicación excelente. El barrio era supercéntrico, a tres cuadras de la Galería Nacional.

Las ruedas de la valija se trababan en los adoquines y luego en algunas veredas que estaban tapadas de aguanieve. Al parecer hacia varios días que no nevaba y el frío, que no era tan intenso como hacía pocas horas en el norte del país, la mantenía en su lugar. A simple vista, Oslo era una ciudad como tantas otras europeas. Calles adoquinadas, edificaciones no muy altas y avejentadas, bastante gris por cierto (o tal vez el día nublado no acompañaba). En esa primera caminata hasta el alojamiento, me llamó la atención el poco flujo de autos en las calles. Era jueves, día laboral, y parecía un domingo desolado en Buenos Aires. Nada de tránsito colapsado, nada de bocinazos en cada esquina o “locos” sobrepasando a otros por la derecha a toda velocidad; solo se veian vehículos funcionando de manera civilizada (como tendría que ser en todas partes del mundo), respetando las normas de tránsito.

Dejé atrás estas apresuradas reflexiones cuando nos topamos con el número 18 de la calle Nordahl Bruns gate, la dirección donde se encontraba nuestro departamento de AIRBNB. Anotado en el celular, tenía la clave de acceso que Øyvind, el dueño de la casa, nos había enviado unos días antes. Un número para la entrada al edificio y otro para la puerta del apartamento. Subimos por el ascensor, donde apenas entrábamos, hasta el segundo piso. Nos quedamos parados frente a la puerta, sin saber que hacer, al ver que no había donde digitar el segundo código de acceso. Miré para todas partes en el pequeño pasillo que dirigía a tres departamentos más. Varios sentimientos me invadieron. Primero pensé que nos habían estafado (obvio uno siempre piensa lo peor), pero lejos de quedarme con los brazos cruzados y rendirme aesa suposición tan negativa, bajé rápidamente las escaleras y volví a salir a la calle con la esperanza de que, al teclear en los comandos donde habiamos puesto la primera clave, la puerta se abriera como por arte de magia. Subí, atolondrada, una vez más las escalera, esperando que Gabi me dijera que me diera una buena noticia, pero nada de eso pasó. Forcejeé el picaporte y si querer deslicé hacia arriba una tapita, dejando al descubierto un pequeño tablero con números, similar al de los celulares. Parecía una de esas puertas que aparecen en las películas de James Bond. Marcamos el código y una luz verde se encendió a la vez que escuchamos el “clack” aliviador. Al entrar, lo primero que vimos fue la puerta del baño junto al diminuto espacio del recibidor. A la izquierda, un armario empotrado en la pared contenía algunas perchas y productos de limpieza. Antes de seguir avanzando nos sacamos las botas y zapatillas que estaban bastante embarradas y las dejamos sobre una bandeja que estaba al lado de la puerta, lo cual supusimos que era para eso. El departamento era un monoambiente con cocina integrada HIPER pequeño.  Era acogedor, sí, pero muy, muy chico. El gran sofá que ocupaba casi todo el espacio, me dio a entender que esa sería una de las camas las próximas 3 noches.  Un escritorio repleto de guias de Oslo y folletos turísticos en diferentes idiomas, escondía el catre que estaba plegado en el recoveco que quedaba entre el mueble y el único y gran ventanal. Como en todas los hogares noruegos, no faltaban los adornos y candelabros en la repisa a los pies de la ventana. La cocina estaba bastante bien equipada pero, repito, escaseaba completamente el espacio. Recordé que las fotos de la publicación no aparentaba tener esas dimensiones. En fin, no podía permitirme amargarme, estábamos en OSLO.

Lo primero que hicimos fue ir al supermercado. El más cercano era uno de la cadena “Kiwi” que estaba a dos cuadras. Era pasado el mediodía y el hambre comenzaba a hacerse presente. Lo más accesible que conseguimos fueron unas barritas congeladas de pescado, unos tomates y unas galletitas para la tarde, suficiente como para comenzar.

Luego del almuerzo y un café despabilador, comenzamos el recorrido tan esperado por la ciudad que ya conocía, pero solo con mi imaginación. Había marcado varios lugares de interés en mi mapa personalizado de Maps.me (para quien no conoce esta aplicación se las super recomiendo), muchos de ellos tenían que ver, por supuesto, con Harry y sus lugares habituales. Así fue como la primera parada fue una plaza circular, un tanto extraña, en el corazón de una manzana cercana al alojamiento. Aquí se halla la editorial donde Jo Nesbø publicó su primer libro. No es que sea muy relevante este dato, pero estaba tan cerca que quise darme una vuelta.

Continuamos unos cuantos metros más y se apareció ante nuestros ojos la majestuosa Galería Nacional (Nasjonalgalleriet). Para aquellos amantes del arte y la pintura, esta es una parada obligatoria. Encontraran obras de Edvard Munch (con dos de sus cuadros más famosos “El Grito” y “Madonna”), Picasso, Goya, El Greco, entre los más destacados. Mucho impresionismo francés, muchos artistas noruegos que no conocía y me dejaron con la boca abierta.

Volviendo al tema de Munch, supongo que el pintor noruego más famoso del mundo, no entiendo por qué “El Grito” se encuentra en esta Galería y no en el museo que lleva su nombre, el cual también se encuentra en Oslo. Quiero creer que no se trata de un pequeño engaño para turistas desinformados, pero bueno… sépanlo. Una de las salas está específicamente reservada para una coleccion bastante ardua de uno de los artistas mas influyentes del expresionismo aleman.

La Galería se recorre en aproximadamente una hora, una hora y media; algunos estarán más, otros menos, pero es un tiempo considerable para recorrer las 28 salas. Otros dos datos importantes: los lunes esta cerrado y los jueves la entrada es gratuita. Para nuestra gran suerte ¡era jueves! Así que zafamos de pagar las 100 NOK que valía la entrada. Antes de ingresar nos hicieron dejar las mochilas y demás trastes en los lockers gratuitos. La Galería esta muy bien armada y es fácil ir de sala en sala, siguiendo el orden del mapa que nos dan en la entrada, para no perdernos nada ni pasar dos veces por el mismo lugar. Esta permitido, en casi todo el lugar, tomar fotografías sin flash. Antes de irse de este grandioso templo de arte, no olviden pispear el “Salón Francés”. Se trata de una elegante sala decorada con obras y arte francés, valga la redundancia, convertida en la cafetería de la Galería Nacional. No hubiera estado nada mal tomar algo caliente antes de salir nuevamente al frío, pero un “croissant” 34 NOK era demasiado para nuestro bolsillo de “recien llegados”.

Seguimos caminando por las veredas de Oslo en dirección al puerto. El día tremendamente gris no opacaba la hermosa arquitectura del Teatro Nacional y el Ayuntamiento, con sus dos torres recubiertas de ladrillo y su reloj astronómico, que me hizo recordar al de Praga. Eran aproximadamente las 5 y media de la tarde cuando llegamos a la orilla del puerto. En el horizonte, se veían embarcaciones grandes y pequeñas en absoluto contraste con el cielo que se iba tornando de un color amarillo intenso, a pesar de estar completamente cubierto de nubes. También se divisaban algunas porciones de tierra que no sabría definir si eran islas o fiordos, pero que, lo más probable, sean de los dos.

 

Continuamos caminando, esta vez bordeando la rivera. Subimos por un monte que aún estaba nevado y caminamos por un sendero de tierra que nos condujo directamente hacia la Fortaleza de Oslo, la cual, por desgracia, ya había cerrado sus puertas. Un letrero en inglés y noruego informaba el horario y que la entrada era gratuita. Prometimos regresar para visitarla por dentro antes de irnos de la capital noruega.

En los 10 días que llevábamos en el país escandinavo, en ningún momento había visto presencia policial. No congeniaba muy bien con el hecho de que sea uno de los países más seguros del planeta, por lo menos, en lo que a mi logica respecta. Sera que en los paises de verdadero primer mundo (y creo que eso de “primer mundo” viene mas por el lado de la educacion, civilizacion y cultura que por otra cosa), las normas y logica funcionan de otra manera muy diferente. La cuestión fue que saliendo de las inmediaciones de la Fortaleza, vimos por primera vez  un par de policías. Lo “loco” de esto es que no estaban en patrullas, o motos, o siquiera caminando, sino montados a caballo.

La noche iba cayendo lentamente, más de lo habitual en un día común de invierno en mi país natal, y las luces de la metrópoli iban encendiéndose de a poco. Cruzamos una ancha avenida para acercarnos nuevamente a la orilla del Mar del Norte. Desde allí observamos la famosa e inigualable Ópera (Operahuset), con su extravagante arquitectura, como si fuera un témpano emergiendo de las aguas; pero, lo más espectacular de todo, no esta a simple vista y es que el escenario principal de esta ópera se encuentra nada más y nada menos a 16 metros bajo el nivel del mar.

Estábamos realmente cansados y lejos del alojamiento, pero a la vez tan cerca de ese extraordinario edificio que hubiera sido un despropósito no acercarnos más. Viéndolo desde una perspectiva más cercana, advertimos que muchas personas subían y bajaban sus escaleras de manera animada y a ritmo aeróbico para mantenerse en forma. Admiré la voluntad de hacer ejercicio con aquel frío congelante. El enorme edificio era totalmente vidriado y pudimos observar su distinguido hall y taquilla. Lo rodeamos descubriendo los talleres de vestuario y peluquería, los cuales también dejaban a la vista todos sus secretos sin ningún tipo de reparo, a través de los ventanales. Creo que ya mencioné esto en algún otro post sobre Noruega, esa despreocupación que tienen por guardar la intimidad.

La circunvalación finalizó desembocando en una gigante obra de construcción. Cabe destacar que esa zona de Oslo estaba plagada de inmensas grúas que trabajaban sin cesar en vaya uno a saber qué. También habia muchas calles en reparacion, por lo que, los carteles de desvio, se volvian parte del paisaje. No muy lejos de allí, casi frente nuestro, se alzaba una hilera de edificios de lo más estrambóticos. Su arquitectura era completamente novedosa, repletos de ventanales de formas irregulares, nada parecido a algo que haya visto antes en otro lugar.

Después de algunos minutos tomamos una de las calles principales de la ciudad, Karl Johans Gate. A esa altura era peatonal y estabs abarrotada de negocios y edificios importantes como, por ejemplo, la Catedral de Oslo y la Estacion Central de trenes; corre de manera paralela a la costa y desemboca en el Palacio Real, dejándonos a pocas cuadras de nuestro pequeñísimo departamento.

No queda mucho más para contar de lo que resta del día, ya que transcurrió entre las 4 paredes del alojamiento mientras cenábamos mirando “Los Simpsons” con subtítulos noruegos, agotados de nuestro primer día en Oslo.

 

Espero que hayan disfrutado de esta primera entrega en la capital de Noruega. Ya seguire contandoles todo lo que hicimos al otro dia , pero eso sera en el siguiente post! 😀

 

Saludos y buenos viajes!!

 

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