En este momento estás viendo Kill Bill Vol. I

Kill Bill Vol. I

Si hay algo que me encanta hacer cuando viajo es buscar lugares donde se filmaron mis películas favoritas. Es así como este primer posteo lo voy a dedicar a contarles como llegué y qué pasó en el lugar donde una vez Beatrix Kiddo, en su ensayo de bodas, casi fue asesinada. ¿Saben de que les habló? ¿La Masacre en Dos Pinos? Seguramente los fanáticos de Tarantino me entendieron…
La iglesia de la película Kill Bill está ubicada en la mismísima nada, dentro del Desierto de Mojave, a casi 100 km de la ciudad de Los Ángeles y a 400 de Las Vegas, y sin excepción, es un lugar que no pueden dejar de visitar los fanáticos del cine. No solo la iglesia es hermosa, por su rusticidad y su encanto cinematográfico, sino que cuando uno sale de la ruta y agarra los caminos polvorientos en el medio de un desierto blanco, lleno de cactus y plantas rodadoras, todo ese ambiente sumerge la mente en su propia película.

Partí temprano desde Las Vegas y, como ya dije, eran varios los kilómetros que me separaban de este lugar que no sabia bien si existía o no. Mejor volvamos un poco mas atrás…

Cuando comencé a organizar mi viaje a la costa oeste de EE.UU., busqué cosas “locas” para hacer. Siempre trato de salir un poco fuera de lo común de las ciudades, lugares o actividades típicas para hacer. Entonces mientras armaba mi itinerario, recordé a un compañero de trabajo que es bastante extravagante. Un día hablando de todo un poco me enseñó una página web que contenía una amplia lista de películas ubicadas en un mapa. Este mapa indicaba el lugar físico de dónde había sido filmada cada una de ellas. Es decir, el set o lugar de rodaje en espacios reales.

Cuando vi que la iglesia de Kill Bill estaba relativamente cerca de algunos de los lugares donde iba, se convirtió en una visita obligada y en una de las experiencias más lindas y raras de ese viaje.

Con las coordenadas del GPS como única referencia, salí de la ruta asfaltada Nº 15 que iba de Las Vegas a Los Ángeles, para meterme en un camino de mano y contramano bastante maltratado. A pesar de ser finales de invierno y que había algunas nubes, el sol se hacia sentir, por eso aproveché a bajar la capota de mi convertible (¡qué mejor para sentirse dentro de una película!).
Una nota al margen: si van a recorrer la zona de la Costa Oeste, Gran Cañón, Las Vegas, etc., y se pueden estirar un poquito con el presupuesto y rentar un descapotable, lo super recomiendo; allá no es mucha la diferencia que se paga por un cochazo como ese y es algo que hay que hacer por lo menos una vez en la vida, por lo menos así lo veo yo.

Volvamos al temita del camino. Nada a la derecha, nada a la izquierda. Sólo aridez, espinillos, cactus y esas cosas. De vez en cuando alguna casa, tipo rancho abandonado y, en el horizonte, montes con nieves eternas; un paisaje que, sin dudas, no van a encontrar en cualquier lado. Cada unos cuantos kilómetros, el GPS me hacia girar a un lado y luego al otro. Seguía sin ver civilización alguna y ya empezaba a impacientarme porque realmente no sabia a dónde iba a terminar. Y de repente, a lo lejos, la vi. En medio de la mismísima nada, se alzaba la iglesia donde una vez Tarantino rodó una película que quedará en la historia del cine para siempre, les guste o no. Tal cual se la ve en la peli, así es. Con su estilo español y su árbol Joshua a la derecha, esta capilla adventista llamada “El Santuario” resultaba estar en actividad ya que era sábado, día de misa, y yo no lo sabía.

Mi primera impresión fue que estaba abandonada. Por afuera se veía un poco descuidada de pintura, además de no haber ni un solo movimiento por los alrededores.

Estacioné el auto a unos cuantos metros del frente, porque planeaba poner el trípode y sacar muchas fotografías. Bajé la cámara y, maravillada por el lugar donde me encontraba, comencé a “disparar” desde todo ángulo. De repente, dos niños de poco más de un metro de altura, se me acercaron. Con la cabeza baja, caminaban rápidamente hacia mi, uno de ellos sosteniendo un libro en sus manos. Ambos estaban muy bien vestidos: pantalón negro de vestir, camisa blanca, corbata, chaleco y zapatos oscuros. Bajé la cámara y los miré sin disimular mi sorpresa y algo inquieta. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de mi, el que tenía el libro en la mano me lo extendió diciendo: —Is a gift for you — (Es un regalo para ti)

Más asombrada aún, agarré el obsequio y le agradecí. Levanté la vista y advertí como, silenciosamente, una mujer de cabello blanco, largo y despeinado, se acercaba a donde estábamos.
— Hi, where you from? – (Hola, ¿de dónde eres?)
— Hi, I’m from Argentina – respondí con una “r” bastante pronunciada.
— Ah! Entonces vamos a regalarte el libro en español – dijo la mujer hablando un español latino perfecto.
—Ah bueno!, muchas gracias! – dije asombrada extendiéndole nuevamente el libro al niño.

La mujer me preguntó de donde venía, a dónde iba, qué hacía allí… todo en tono muy amable. Le expliqué que estaba de viaje y me encantaban las películas, sobre todo las de Tarantino. A su vez me contó que eran adventistas y que como era sábado, dentro de la capilla se estaba celebrando la misa. Sacando mi lado caradura le pregunté si podría ver la iglesia por dentro, a lo que asintió con una sonrisa. Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el lado trasero de la iglesia. Los niños corrieron delante de ella y abrieron la puerta. El interior estaba inundado por la luz solar que entraba por las ventanas. La arquitectura del techo se basaba en vigas de maderas superpuestas. Alrededor de 15 largos bancos llenaban el centro del salón. En uno de los rincones, un órgano, también de madera, esperando ser tocado.
En el frente, el “altar” se conformaba por unos atriles y unas cuantas sillas. Me percaté que no había imágenes religiosas como en otras iglesias, solo cuadros con flores y paisajes. Un hombre vestido con un traje gris parecido a Christoph Waltz en Django, me recibió con un beso y abrazo. La situación cada vez se tornaba más bizarra. Era una digna escena de una película de Tarantino. El hombre, que es quien daba la misa, volvió a contarme acerca de su religión, mientras que los niños y la mujer de pelo blanco, quien resultó ser su esposa, se sentaron en el primer banco, junto a otra señora más mayor y dos chicas jóvenes. Esa era toda la audiencia de la misa. Las dos chicas jóvenes eran hermanas, hijas del matrimonio y una de ellas, madre de los niños. La señora más mayor, la madre del de traje. Todo quedaba en familia.

Christoph, (vamos a ponerle así ya que no recuerdo el nombre en este momento) me contó que mucha gente iba a visitar la Kill Bill Church (como la llaman ellos).  Me contó también que a todos los visitantes  les regalaba el libro del que habla en sus misas para que de la vuelta al mundo y, además, se lleven un pequeño souvenir. En la primera página de mi libro, me anotó su nombre, su teléfono y lo firmó como si se tratara de un autógrafo.

— En unos minutos, cuando terminemos con la misa, vamos a almorzar todos juntos. Nos gustaría que nos acompañes. — me dijo Christopher.

Sinceramente no podía creer todo eso que me estaba pasando: en el medio de la nada, en la iglesia de Kill Bill, en esa misa tan particular… me invitaban a almorzar. Ahí reaccioné. Creo que se me pasaron por la cabeza todas las películas de terror yanquis que vi en mi vida, en un segundo.

—Me encantaría, pero tengo que llegar a Los Ángeles, porque ya sale mi avión — mentí.
— Oh… Esta bien, será la próxima entonces.— se lamentó Christopher.

Agradecí por todo, saqué algunas fotos más adentro y afuera, y subí al auto con mi nuevo libro en la mano. Con los ojos brillando de excitación le di vuelta a la llave de contacto y continué mi viaje.

Si quieren encontrar la Kill Bill Church pueden hacerlo en la intersección de 198th Street East y East Avenue G en Lancaster, California.

TIPS

Yo pude llegar con el GPS, pero igualmente recomiendo llevar mapas con las indicaciones, por cualquier cosa. Si bien donde se encuentran estos exclusivos set de filmación es una zona desolada, a unos pocos kilómetros se encuentra el centro de la ciudad de Lancaster.

 Recuerden siempre tener el tanque de nafta medianamente lleno, suficiente comida y bebida.

GALERIA DE FOTOS

Deja una respuesta