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Salerno, un viaje por la Costa Amalfitana

  • Categoría de la entrada:EUROPA

El avión de Alitalia arribó al aeropuerto de Roma a la hora esperada. Después de 3 años volvía a pisar suelo europeo, pero esta vez acompañada por Florencia, Aldana y Nadia, 3 de 5 del grupo “Tanitas”. En el sector de alquiler de autos nos esperaría la quinta: Bárbara. Como iba a ser un viaje organizado pero improvisado, (teníamos un itinerario pero muy pocas cosas reservadas), decidimos no alquilar el auto de ante mano y hacerlo allí mismo. Una vez que nos encontramos con Bar, dimos un par de vueltas buscando precio. Primero buscamos en Rentalcars para tener una referencia de cuanto nos podría salir y si nos estaban “arrancando la cabeza” o nos ofrecían un buen precio. Conseguimos en la agencia Sixt un Citroën C4 a 362€ los 9 días, con kilometraje ilimitado, seguro contra todo riesgo y  pedimos que la devolución sea en Roma Termini en vez de en Fiumicino, lo cual sorprendentemente fue sin cargo alguno. Hay que aclarar también que, si bien es contra todo riesgo, el empleado nos especificó que el seguro NO cubría ROBOS en NAPOLES. Pequeño detalle, ya que estaríamos 4 noches en la ciudad donde adoran a Maradona. Pero bueno, por el momento no nos preocupaba demasiado, porque sería al final del recorrido. Además de esto, nos bloquearon 600€ como depósito en la tarjeta de crédito que debía ser de la propiedad del conductor designado, o sea YO.

Con la llave en mano nos dirigimos al estacionamiento y buscamos el auto. Ahí estaba, blanco resplandeciente, sin una raya, ni golpe, ni nada. Abrimos el baúl y nos aliviamos al ver que entraría todo nuestro equipaje. Cuatro carry on y un bolso mediano, más dos mochilas (las otras tres irían a los pies de sus dueñas).

Mapa activado, luces encendidas, cinturones de seguridad puestos e iniciamos el viaje.

Es fácil perderse un poco a la salida del aeropuerto, por más que hay carteles y teniamos el GPS, hay demasiadas salidas y cruces. Una vez que logramos agarrar la autopista el tránsito se volvió un poco pesado. El sol quería asomarse por entre las nubes mañaneras de la ciudad italiana pero le estaba costando un poco. En la radio comenzó a sonar GILDA  a todo volumen, lo cual me hacia mantener los ojos bien abiertos.

Casi 290 kilómetros nos separaban de Salerno, la primera ciudad que visitaríamos, pero solo de pasada. Les cuento que las autopistas estan super señalizadas y si no cuentan con GPS no van a tener ningun inconveniente.

Pasados algunos kilómetros paramos en una estación de servicio en busca de agua caliente para el mate. Un viaje largo en auto sin mate es como una tortura para cualquier argentino, más después de haber volado más de 12 horas en avión, tener jet lag y todo eso. Un poco de mateína no vendría nada mal para despabilarnos y reactivar las neuronas.

El camino se volvió mas sinuoso y por momentos las nubes se encontraban tan bajas que parecía que estábamos en el cielo (?). De pronto comenzó a llover lo cual hizo que tome mas precauciones en el manejo, siempre tratando de no sobrepasar el límite de velocidad porque estaba minado de cámaras de control.

Alrededor de las 13:30 arribamos a Salerno con el cielo encapotado por completo y una leve llovizna sobre nosotras. Se venía el primer desafío del que todo el mundo se bufa cuando hablaba de la Costa Amalfitana y el auto: dónde estacionar. Primero nos acercamos lo más que pudimos al casco histórico, siempre teniendo cuidado de no meternos en ZTL. Luego buscamos algún parking… pero vimos también que muchos los dejaban en la calle con parquímetro, asi que nos dispusimos a buscar algún lugarcito libre. Doblamos a la izquierda, a la derecha, y de repente vimos uno en una especie de boulevard. Cuando fui a doblar a la izquierda para ingresar por el angostísimo espacio que quedaba entre los autos estacionados a 45º y el boulevard, me entró la duda si ese auto pasaría por ahí o no. La respuesta era medio obvia. Pensando rápido, decidí subir un poco la rueda derecha delantera sobre el cordón del boulevard, pero se ve que este era demasiado alto y le calculé mal, y no subió, y se escucho un terrorífico CRAAAAAAAAACK, y con los ojos como dos huevos duros me di vuelta a mirar a mis amigas que me observaban estupefactas con la misma expresión de espanto. Puse marcha atrás y avancé. Nuevamente CRAAAAAAACK. Me detuve. Las chicas se bajaron para hacer menos peso y verificar la chapa. Asombrosamente el auto no tenia ni un raspón. Suponemos que habrá tocado en la parte del chapón, o vaya uno a saber donde. No sabía para donde moverme. De pronto miro hacia adelante y un hombre de traje de unos 40 y pico de años, comenzó a señalizarme cual “trapito”  cómo salir de ese embrollo. Me hacia señas de que doblara el volante hacia la derecha y avanzara. ¿Qué avanzara? ¡Ese hombre estaba loco! si avanzaba con el volante así, le arrancaría el espejo al hermoso y nuevo C4. No hice caso y me quedé ahí mirando cómo, bajo la llovizna, se comenzaba a poner nervioso y a gesticular con sus brazos para todos lados. Mis amigas, afuera, se reían. Bar fue al lado del hombre para ver si tenia razón o no, y me dijo que le hiciera caso. Casi cerrando los ojos para no ver lo que, a mi parecer, terminaría en desastre, hice caso al “tano” que ya estaba desquiciado al insulto limpio contra mi. Al grito de “Porca miseria*”del tano, logré sacar el auto de ahí. Para todo esto, no se cuanto tiempo habremos estado, pero el lugar para estacionar que habíamos visto, ya estaba ocupado. Flor me dijo si quería que maneje ella un rato, y como si estuviera envuelto para regalo, le di la llave con todo gusto. Volvimos a la avenida principal y justo un auto estaba dejando su lugar. Balizas y luego de un malón de autos y colectivos, pudimos aparcar. Ahora solo faltaba buscar el parquímetro, no sea cosa que nos llevemos una multita. Entramos a una tabaquería que era el único negocio abierto que había por ahí. Por suerte en ese mismo lugar se compraba una especie de “raspadita”  como ticket de estacionamiento. Dos euros la hora es lo que nos costó.

Comenzamos a caminar por las grises calles de Salerno, digamos que la llovizna intensa no ayudaba a que la ciudad se viera tan bella como era. Nos metimos por una callecita empedrada y angosta, que formaba parte del casco histórico. Sobre nuestras cabezas colgaban unas enormes flores de colores, hechas con botellas de plástico y luces las cuales seguramente encenderían de noche. Era un lugar ideal para sacarnos fotos de todo tipo. Resultó ser que esta hermosa y creativa decoración forma parte de una instalación artística llamada: Luci D’Artista. AL llegar la época navideña en las plazas y algunas calles de Salerno se tomó como tradición realizar esta especie de exposición lumínica variando el tema cada año. Este en particular se trata de “El mito, el sueño, el tiempo y la Navidad”. Por supuesto que esto no lo sabíamos y a medida que avanzabamos por las calles, adentrándonos en la ciudad fuimos descubriendo cada rincón. Esta calle tan floreada, Via Duomo, nos condujo justamente al Duomo de Salerno, uno de los puntos marcados en el mapa. Entramos a la antigua catedral dedicada a Santa María de los Ángeles y a San Mateo, que data de principios del siglo XI.

Al salir nuevamente, la lluvia insistía en mojarnos y que regresemos al auto, sin embargo quisimos dar una vuelta más por las callecitas de Salerno. Agarramos una perpendicular que también estaba decorada con luces, esta vez en forma de esferas y lunas, y más adelante con motivos de lamparas orientales. No se veían muchas personas caminando o negocios abiertos, se ve que en Salerno la siesta es ley.

Volvimos a girar hacia nuestra derecha con la intención de acercarnos a la costa, donde al menos pasaban autos por la avenida. Mientras esperábamos que el semáforo nos diera el verde para cruzar, divisamos a lo lejos sobre el mar, una escollera sobre la cual se posaban una decena de pingüinos gigantes. Y eso no es lo más raro, desde allí se veían como que los pájaros abrían y cerraban la boca. Si, ya sé,  suena bizarro, más que nada que haya pingüinos en la Costa Amalfitana. Cuando llegamos a la baranda que separaba la costanera de la playa nos dimos cuenta que efectivamente eran esculturas de pingüinos gigantes, pero no abrían y cerraban la boca, sino que sobre cada una de sus cabezas estaba posada una gaviota. Estas estatuas también formaban parte de las instalaciones artísticas de las que les hablé antes.

Continuamos nuestro camino, esta vez ya regresando para el lado del estacionamiento, pero buscando alguna tienda donde comprar un imán de Salerno para nuestras colecciones (no soy la única que junta imanes de ciudades).

De pronto nos topamos con una gran plaza. Su entrada era armazón en forma de túnel cubierto de luces lo cual hizo irresistible tener que ingresar a ella. La plaza estaba totalmente ornamentada de esculturas de colores repletas de luces. Dividida en sectores, cada uno tomando como temática un cuento infantil y representando su escenario. Asi vimos “El patito feo” con sus patos y cisnes, “Aladín” con la alfombra y su lámpara mágica; “Pinocho” donde se encontraba la gran ballena azul; “Alicia en el país de las maravillas”; en fin, algo precioso, digno de ver, aunque hubiera sido maravilloso verlo de noche y encendido.

 

Desesperanzadas de encontrar un lugar donde comprar “recuerditos” regresamos al auto y emprendimos el camino hacia Maiori, el pueblo donde pasaríamos las siguiente dos noches.

El fino goteo se hacia más copioso y el cielo era una enorme masa gris sobre nosotras. A escasos metros de la salida deSalerno encontramos uno de los primeros pueblitos amalfitanos, se trataba de Vietri, uno de los más pequeños. De repente vimos negocios. Esos negocios de artesanías en cerámica donde uno se quiere llevar todo y se olvida que esta a miles de kilómetros de casa.  El poco lugar para estacionar era totalmente incompatible con nuestros deseos de bajar. Flor decidió detenerse con balizas y salimos del auto con un par de euros en mano. Los objetos de cocina en pintados a mano eran preciosos. En su mayoría los motivos eran de limones y olivas, y claro, estábamos en la tierra donde crece todo aquello. No era para nada caro, chupitos a un euro, imanes por 50 cvos, nada mal para llevarse un recuerdito.

Maiori, la pequeña ciudad donde pasariamos la noche, estaba a un poco más de 15 kilómetros de allí, sin embargo se tardaba unos 50 minutos en llegar, debido a que la velocidad en la ruta de la Costa Amalfitana no excedía los 40 km por hora.

El paisaje increíblemente bello no era de ninguna manera opacado por los nubarrones. Cantabamos, tomabamos mate y nos sobresaltabamos un poco en cada curva y contracurva, sobre todo cuando aparecia algun camión o bus de frente.

Eran cerca de las 16 hs. cuando llegamos a Maiori. Todo era muy limpio y ordenado. Por las veredas caminaban algunas personas con sus paraguas en mano pero cerrados, ya que habia dejado de llover. Buscamos la dirección del departamento que habíamos alquilado en el maps.me. Era nuestra primera experiencia de rentar un depto y lo había gestionado Bárbara por Booking  el día anterior. Nos advirtió que no tenía comentarios ya que era una propiedad nueva en la página, pero por el precio, la ubicación, que tenga estacionamiento gratis y las fotos que mostraban del interior, nos arriesgamos. Flor estacionó con balizas (otra vez) sobre la calle donde teoricamente estaba ubicado. Bar y yo bajamos del auto para buscar la altura correcta y ver si podíamos conseguir wifi para avisar que habíamos llegado y nos dieran la llave. Recorrimos un poco y la numeración era sólo de números pares. Supusimos que los impares estarian del lado de enfrente, pero había un pequeño detalle, enfrente sólo estaba la playa y el mar. Nos metimos por otra calle paralela donde aparecieron los impares… pero era otro nombre la calle. Decidimos regresar al auto y en el camino preguntamos en un bar si habia wifi. Obviamente no había. Consultamos sobre la numeración. Un muchacho verificó la hoja donde teniamos la dirección y el nombre del departamento: La Parigina casa di Charme. Nos miró extrañado y consultó con otras personas que estaban dentro del negocio. Muy amablemente nos dijo que iba a llamar al teléfono que indicaba el papel. Aguardamos expectantes mientras se escuchaba el tuuuuuu tuuuuuu tuuuuu al otro lado de la línea. Nadie contestó. Ya comenzábamos a inquietarnos y a pensar que nos habían estafado de lo lindo. El joven intentó con el número de whatsapp que también figuraba. Nada. Se levantó de su silla y pidió que lo sigamos. Sin pensar demasiado lo hicimos. Caminamos una cuadra y media hasta que se detuvo al pie de un edificio de unos 5 pisos. Miramos el número de la altura de la calle. ¡Era el 13, el que buscábamos!. El muchacho apretó uno de los timbres y habló en italiano con la mujer que contestó. Entendimos que preguntó por nuestro apartamento, pero de la respuesta no teníamos ni idea. Cuando del otro lado colgaron nos dijo que esperemos 5 minutos allí, que ya vendrían a buscarnos. Era todo muy extraño. De repente estabamos en el lugar correcto, el chico habia tocado un timbre casi al azar y le habían dicho que ya nos traian la llave? wtf??? El muchacho se despidió y se marchó enseguida. Con Bar nos miramos y nos sentamos en el cordón de la vereda a esperar. El cielo se estaba despejando y el viento estaba bastante frío por lo que traté, en vano, de abrigarme con el saquito que tenía. Cada persona que pasaba cerca nuestra la mirabamos con esperanza que sea la indicada. Estabamos en la incertidumbre pura, ya que ni siquiera sabiamos si era hombre o mujer quien nos traería la llave. Cuando pasaron más de 15 minutos volvimos a tocar el timbre que había tocado el muchacho a ver que sucedía. Barby preguntó en inglés sobre el lugar que buscábamos. La mujer volvió a decirle que en 5 minutos llegaría la persona. Parecía que nos tomaban el pelo. Dio las gracias y continuamos la espera, otra cosa no nos quedaba… bah, si, por lo menos ir a avisar a nuestras amigas que no nos habian raptado, pero no lo hicimos.

Pasaron 10 minutos más y vimos detenerse en la esquina un Cinquecento verde agua. Estaba visiblemente mal estacionado, a contra mano, pero con balizas, creo que como en Argentina: si tiene balizas todo vale. Del interior bajó una rubia de cabello hasta el hombro, de unos recien cumplidos 40, vestida elegantemente pero casual, estiletos de taco adecuado para el día y una carpetita en mano. Nos miró desde lo lejos y advertimos que era la persona que esperábamos. Asentimos con la cabeza cuando con la mirada preguntó algo así como: ¿Son ustedes?. Se aproximó apurada hasta nosotras y se presentó. Oriana era la intermediaria entre los dueños del departamento y nosotras. SAcó un manojo de llaves de su cartera y nos llevó hacia un costado del edificio para mostrarnos dónde tendríamos que dejar el auto. Una barrera bajo llave cercaba el precinto donde luego levantó eléctricamente una persiana metálica que también llevaba llave en su interruptor.  Luego de esto regresamos a la entrada del edificio. Otra llave más para abrir la puerta, ya van 3. Subimos por el ascensor hasta el cuarto piso. Nuevamente el manojo de llaves resonó al rozarse unas con otras. Cuando abrió la puerta no podíamos creer lo hermoso que era ese apartamento. Habientes super amplios, living comedor, cocina, balcón lavadero, baño, tres habitaciones, dos de ellas con balcones desde donde se veía el mar. La exquisita decoración combinaba muebles antiguos con cuadros modernos, además de ser un departamento completamente equipado. Hicimos los “papeles”, nos pasamos los números de teléfono y luego bajamos a despedir a Oriana y a buscar a nuestras amigas.

Cuando estabamos a una cuadra del auto la vimos a Aldana que estaba parada junto a él con cara de preocupada. Basicamente nos cagó a pedos por haber tardado casi una hora y no haber avisado que la cosa estaba complicada. Dimos la vuelta con el auto y les indicamos como llegar al estacionamiento. Costó un poco al principio seguir las indicaciones que nos había recomendado Oriana, más que nada porque no recordabamos bien que llave iba en cada lugar, eran demasiadas. Una vez que logramos guardarlo, ingresamos al edificio cada una con su carry on en mano. En el corto trayecto les mentimos de que el departamento era algo parecido a una pocilga. Cuando abrimos la puerta no la podían creer. Realmente era un hermoso departamento.

Dejamos todo y descansamos un poco mientras decidíamos que haríamos con la cena. Ya era de noche cuando volvimos a salir a la calle para explorar un poco la zona y buscan un super para hacer las compras. Encontramos uno a dos cuadras del depto. Por 15 € compramos para la cena y desayuno del dia siguiente, para las 5. Para cenar algunos snaks, fideos papardeles con salsa bolognesa y ñoquis, sin olvidar el queso rallado; y para el desayuno pan para tostar, mermeladas, queso crema, bananas y manzanas. Ademas de jugo de naranja y agua mineral. Regresamos a dejar las bolsas y volver a salir un rato más. 

Caminamos unas cuadras por la costanera mientras el viento nos daba en la cara enmarañando nuestros
cabellos y llenandolos de bruma. El cielo estaba despejado prometiendo un sol radiante al dia siguiente. A lo lejos se veia iluminado el Duomo de Maiori. Cruzamos la calle donde habia algunos negocios aun abiertos. En una de las tiendas vendían imanes. Prometí volver antes de irnos de la ciudad, a menos claro que encontrara un lugar donde valieran más baratos.

Cuando a comenzó a “bajarnos” el hambre y el cansancio, volvimos al departamento. Flor se puso a cocinar mientras nos turnábamos para bañarnos. Comimos con ansias y al llegar la hora de ir a la cama, hay que destacar que teniendo tres habitaciones levantamos los colchones e hicimos un gran “pijama party” en el cuarto principal, buscamos información sobre el Sendero Degli Dei, una ruta interesante de senderismo que iba desde Bomerano hasta Positano. Tanto nos atrapó su descripción y fotografías en la web, que decidimos hacerla al día siguiente, sin antes pasar unas horas en Ravello.

Este será el punto de partida del siguiente post! no se lo pierdan!!

 

* significa “p… madre”

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Saludos y buenos viajes!! 😀

 

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Esta entrada tiene 3 comentarios

  1. María Gloria Rodriguez

    Estamos por hacer el mismo recorrido con mi esposo el año que viene, también en auto. Disfrute mucho tus comentarios, muy gracioso. Soy de Uruguay! Muchas gracias y que sigas viajando, no hay nada que te llene el alma! Cariños

    1. vbernardez

      Hermoso tu comentario María Gloria!! muchas gracias!!! por muchísimos más viajes!!! un beso enorme!!

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