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Williams, una ciudad “western” sobre la 66

  • Categoría de la entrada:costa oeste

 

Era una mañana fría de febrero en el hemisferio norte, más precisamente en Kingman, Arizona. Estaba totalmente desacostumbrada a las bajas temperaturas y al salir del confortante calor de la habitación, mis huesos se estremecieron. El sol apenas había salido y al calentar la tierra, hacía que se sienta aún más el frío. Tomando envión, subí la valija al baúl del auto, y con mi mochila en la espalda, crucé el estacionamiento en dirección al hall de recepción del hotel.

Me ubiqué en una pequeña mesita redonda con mantel y florero, me senté en una de las sillas y en la otra apoyé mi mochila. El desayuno estaba incluido. Sólo un café con leche, un par de tostadas y un jugo de naranja. Mientras, observaba por el ventanal la ruta que en pocos minutos tomaría en dirección a Williams. En realidad me desviaría por la ruta 66, que también conducía a la ciudad, pero no era el camino más corto y rápido.

El hombre de la recepción estaba ingresando mis datos en su computadora para realizar el check out, cuando me llamó la atención una pequeña vidriera con objetos, tipo merchandising de la madre de todas las rutas.

—How much is it?— dije en mi tosco inglés, señalando una gran taza negra con el logo en blanco. Cuando el recepcionista me contestó que salía 6 dólares, le dije que me la llevaba.

Para mi suerte, muy pocos autos iban en la misma dirección que yo. Me dirigí hacia el noreste por la 66. La recta conducía directamente a una gran cadena de montañas de picos nevados, donde parecía que la ruta llegaba a su fin. A ambos costados de la carretera las pintorescas casas rurales estaban distribuidas espaciadamente. Cuando estaba por llegar al punto donde creía que todo acababa, la ruta se curvó detrás de una ladera y continuo su rumbo en una bajada pronunciada.

Casi pegada a la 66, las vías del tren corrían totalmente paralelas a ella. Ansiosa esperaba que vuelva a aparece aquel transporte de vagones infinitos para jugarle una nueva carrera.

Aproximadamente había recorrido unos 35 kilómetros desde Kingman cuando a mi izquierda apareció un lugar muy llamativo. Una especie de estación de servicio antigua y algo abandonada, y detrás de esta, una tienda bastante grande. Bajo su porche, oxidadas heladeras de bebidas de renombre y frezzers para hielo, esperaban ser nuevamente enchufadas. Lo interesante de este sitio era que todo, absolutamente TODO, estaba recubierto con carteles, placas, stickers, láminas y chapas de la ruta 66. Hasta las bombas de gasolina estaban coronadas con su logotipo. A los costados algunos autos de colección antiguos, también bastante deteriorados.

Por supuesto tuve que detenerme en este sitio tan interesante. Bajé del auto con cámara en mano y empecé a disparar para todos lados. Había fotos por doquier.

Miré el techo del lugar. Un cartel decía: You are here! Hackberry General Store. Ahí supe el nombre. Me acerqué a la puerta y un letrero que ocupaba gran espacio decía: CLOSE.

Recorrí un poco los alrededores. Entre los autos se hallaba uno de esos baños, tipo cabina de madera con techo a dos aguas, que en su puerta lleva calado una media luna. ¿Saben de que hablo? Esos que hasta ese momento solo había visto en los dibujitos animados. Al otro costado una casa de campo con su molino, en el que apenas giraban sus astas, y a lo lejos, un gran tanque de agua que anunciaba: Welcome to Hackberry.

Una de las cosas que mas me gustó de Hackberry, fueron los cráneos vacunos con las chapas de la 66 y los enormes cactus. Suena un poco morboso, pero las fotos son de mis favoritas. Nada que represente mejor el desierto de esa zonas.

Continué mi camino hacia Williams. La idea era llegar antes del mediodía y, luego de recorrer la ciudad, emprender viaje hacia Tusayán y el Gran Cañón.

Estaba a unas 100 millas de distancia, la ruta iba y venia zigzagueando entre las montañas y los valles. De vez en cuando aparecía algún pequeño poblado rural.
Despues de unos 40 minutos y a pesar del rayo del sol, el ambiente se tornó más frio. El camino atravesaba bosques de altos pinos y suelos nevados, un sueño de Caperucita Roja. De pronto un cartel anunciaba que debía bajar la velocidad, estaba en zona urbana. El GPS decía que ya estaba llegando a Williams, y de repente lo confirmé. La ruta atravesaba la tranquila y silenciosa ciudad. Para donde mirara me hacia sentir estar en una película. Su arquitectura, el símbolo de la 66 por todos lados, los negocios simulando un antiguo pueblo western.

Estacioné el auto sobre la misma ruta y comencé a caminar. Me metí en algunos negocios. Debo decir que es el mejor lugar para hacer compras de cosas relacionadas a la mítica carretera, hay de todo lo que se puedan imaginar.

Eran aproximadamente las 12:30 hs. Cuando ingresé a una cafetería y pedi un café con leche XL para llevar. Por un momento me sentí Dale Cooper, el agente de FBI de la serie Twin Peaks, que siempre aparece tomando café en esos vasos térmicos con tapa. Volví al auto para reanudar la travesía hacia el majestuoso Gran Cañón y cumplir uno de mis sueños viajeros de toda mi vida…

 

Espero que les haya gustado este post!

Continúa en el Gran Cañón, por supuesto! 😀

 

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