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Akumal: paraíso de tortugas

  • Categoría de la entrada:MÉXICO

Desde que empecé a planear mi viaje por la Rivera Maya, uno de los puntos indiscutidos era Akumal. Este pequeño poblado costero del estado de Quintana Roo, se encuentra entre Playa del Carmen y Tulum, y aun no es masivamente conocido, lo que lo hace un lugar sumamente tranquilo y relajante. Debo confesar que fui con mucha expectativa, ya que sabía que era el lugar perfecto para hacer avistaje de fauna marina, en especial de tortugas. En la bahía de Akumal (justamente ese nombre en Maya significa “lugar de tortugas”), entre mediados de mayo a mediados de septiembre varias especies de tortugas se acercan a estas playas para desovar durante la noche. Sin embargo, durante el día andan nadando cercanas a la costa para alimentarse de las algas marinas. Debido a esto, esta zona se convierte en la zona ideal para hacer snorkel.

Nos hospedamos en un hotel de ensueño realmente. Era un complejo sencillo, sin desayuno incluido, pero con una vista de valoración indiscutida. Apenas abrimos la puerta de la habitación vimos, a través del ventanal, la arena blanca y el mar de un color turquesa intenso. Estaba todo ahí. A unos pocos metros, sin nada que se interponga entre nosotros, sólo la hamaca paraguaya colgada en “nuestro” patio, unos camastros en “nuestra” playa y las palmeras. Sin palabras…

El punto negativo de esa zona de la bahía es que los 100 primeros metros de mar son muy rocoso. No era profundo, pero debido a la gran cantidad de filosas piedras se volvía algo peligroso si el agua estaba media ajetreada y no se veía el fondo. Sin embargo, si estaba en calma, era tan transparente que se podían ver las puntas de los pies con el nivel al cuello. Además de admirar todo lo que allí abajo habita.

Una de las mañanas en que andábamos snorkeleando justo en frente a la puerta de nuestro hotel, a unos 200 mts de la costa, se apareció ante nuestros ojos una mantarraya, del tamaño de una rueda camioneta, aleteando plácidamente. Era del color del fondo, lo cual le aportaba un camuflaje perfecto haciéndola invisible.

La playa donde en esta época se pueden observar las tortugas marinas, quedaba a unas cuantas cuadras de nuestro hotel. Fuimos con el auto, llevando nuestro equipo de snorkel que, como detalle no menor, lo había comprado antes de viajar. Quienes no cuenten con un equipo propio, les aconsejo  que lo compren allá. Por 200 pesos mexicanos pueden conseguirlo (por lo menos en Akumal), y a mi en Buenos Aires me había costado $500 argentinos.

Llegamos al pequeño centrito, y digo esto porque solo hay un par de negocios y minimercados, y descubrimos que no había lugar gratuito donde dejar el auto. La mayoría de los estacionamientos que hay cobran alrededor de $50 mx por dejar el auto todo el día, o mejor dicho hasta las 18 hs. Si uno se pasa del horario les cobraran $200 mx por hora!!. Dejamos el móvil y comenzamos a caminar. Existe una entrada pública a la playa. Se accede por un camino de arena casi paralelo a la calle principal que la va bordeando. Sin embargo nosotros entramos por una entrada privada que sale directo a la playa. No es que nosotros tengamos pase vip o algo por el estilo. Acá les cuento la manera de ingresar: este camino esta custodiado, ya que por allí se ingresa a restaurantes y hoteles. La manera de pasar por ahí es diciéndole al guardia que van al restaurante. Nosotros íbamos dispuestos a consumir una cerveza aunque sea, pero al ver que nadie nos veía, una vez que cruzamos la soga que sostenía el cuidador, nos escabullimos saltando el restaurante y llegamos a la playa.

Eran aproximadamente las dos de la tarde, el día estaba un poco nublado pero el calor era sofocante. La idea era estar a la sombra, ya que había tomado demasiado sol esos días y como diría mi mamá, era la peor hora para estar bajo sus rayos. Contrario a esto, dejamos nuestras cosas hechas un montículo tapado por una toalla y nos zambullimos. El mar parecía una pileta climatizada. Sin olas, trasparente y a la temperatura más cálida que haya sentido jamás. Nadamos con los snorkels unos 150 metros, donde aun hacíamos pie. Vimos algunos peces, pero nada de tortugas. A nuestro alrededor una cantidad de grupos de snorkelistas conducidos por guías turísticos, flotaban enfundados en sus chalecos salvavidas internándose más lejos de donde nosotros podríamos llegar. No porqué alguien nos lo impida, sino que sólo contábamos con el tubo y la máscara, y, según lo que escuché en ese momento, en donde se veía la maravillosa fauna marina había una profundidad de 3 metros. No soy una experta nadadora e ir hasta allí sin un salvavidas con chances de tragar agua salada, no estaba en mis planes.

Dicen que las cosas buenas les llegan a aquellos que saben esperar… 20 minutos o media hora estuvimos suspendiéndonos, mirando el fondo del mar a través de nuestras máscaras de buceo, cuando, de repente, oímos los gritos de una familia que estaba a unos metros nuestro. Sacamos la cabeza afuera para ver que sucedía y ahí la vimos. La cabeza de la tortuga juro que media como 30 cm de diámetro. El color verde clarito de su cuello hacia que resalten sus pequeños ojos negros. Me metí en el agua nadando hacia ella. Era sorprendentemente grande. En la emoción intentaba encender la cámara para poder tomar las imágenes, pero cuando lo logré, nuestra amiga ya había emprendido camino a las profundidades. A veces es mejor guardar solamente en las retinas ciertas imágenes que duran un instante, por eso no hay que preocuparse demasiado por esas cosas, simplemente disfrutar el momento…

No sabría decir cuanto tiempo estuvimos ahí, esperando otra aparición que no sucedió. Cuando nuestros dedos se convirtieron en “manos de abuelito” salimos del agua. Nos tiramos en la tibia playa a descansar. Un pelícano planeaba por encima de nosotros. Era increíble observar como se lanzaba en busca de algún pez. Sobrevolaba la zona y, cuando lo detectaba, se tiraba en picada como un misil en busca de su presa una y otra vez.

Estuvimos allí hasta minutos antes de las 18. Regresamos al hotel a cambiarnos y fuimos a un supermercado de una de las grandes cadenas mexicanas llamado: Chedraui. Cuando viajo me encanta tener una referencia de los precios con los que lidian los habitantes día a día y compararlos con Argentina, por supuesto.
Para nuestra grata sorpresa el super, además de tener una gran variedad de productos, era muy barato, por lo menos al cambio argentino. Muchas ofertas de 2×1. Para los amantes de la comida mexicana, como nosotros, que quieran llevarse salsas y condimentos mexicanos, les recomiendo comprarlos en este tipo de supers. Lo mismo quienes quieran comprarse un buen tequila o mezcal. Los precios son inmejorables, cuesta la mitad que en cualquier otro lado, me refiero a lugares donde vendan recuerdos y ni hablar del free shop.

En nuestro caso les cuento que además de llevarnos condimentos y tequila, nuestra compra extravagante fue de pasta de dientes o dentífrico. Suena medio miserable jaja pero había una excelente oferta de 3×2 que salía un total de $60 mx. Y hablo de dentífrico de primera marca que acá, en Buenos Aires, ni siquiera compramos uno por ese precio. ¡Hubiéramos querido traer mil cosas!. Era todo baratísimo, compruébenlo con sus propios ojos. Este super está ubicado entre Akumal y Playa del Carmen, sobre la Carretera Federal 307, Km 270 en Puerto Aventuras, pero a lo largo de la Rivera pueden encontrar varias sucursales.

Bueno la cuestión es que mientras paseábamos por las góndolas, pensaba qué íbamos a cenar esa noche, asique también nos llevamos elementos para hacer guacamole: palta (aguacate), cebolla morada, tomate y lima. Unos totopos para acompañarlo y, para no quedarnos con hambre, compramos para hacer unas Tortas de Jamón, al mejor estilo Chavo el 8. ¿Para tomar? Cerveza, eso no se pregunta (ay que barata eraaaa).

Cuando regresamos al hotel, preparamos precariamente el guacamole. Y digo precariamente porque el único recipiente que teníamos para mezclar los ingredientes era el estuche para transportar las antiparras del snorkel, ¡qué vergüenza!.

Con el guacamole hecho, la bolsa de totopos y las dos tortas de jamón gigantes en mano, abrimos la puerta corrediza que daba a la playa y salimos al patio iluminado por una pequeña luz de techo. Inmersos en la oscuridad de la noche, nos sentamos en los escalones que daban a la playa, y ahí, con el sonido de las olas rompiendo en la orilla y el casi nulo resplandor de la luna opacado por las luces lejanas de la ciudad que demarcaban la bahía, pasamos nuestra última noche en Akumal.

 

Laguna Yal-ku

Este es uno de esos sitios IMPERDIBLES para quienes recorran la Rivera Maya. Yal-ku es una laguna inmensa ubicada en Akumal, la cual desemboca en el mar.

Rodeada de caminos selváticos, llenos de aves y lagartijas, la laguna de Yal-ku tiene un agua

extremadamente cristalina ideal para pasar el día haciendo snorkel ya que está repleta de cardúmenes de peces de todos colores. Durante su estadía en estas aguas sentirán por momentos pequeños picoteos amigables de algunos de ellos.

A este mágico lugar se puede acceder en tour, o bien por su cuenta. Se abona una entrada general que cuesta 14 dólares los adultos y 10 los niños. Se ofrece alquiler de equipos por un valor de US$5 el snorkel, US$5 las patas de rana y US$5 el chaleco salvavidas. Por supuesto que se puede ingresar con equipo propio si uno lo desea. Este complejo también dispone de baños y restaurante, les dejo la carta con los precios en la galería de fotos, para que tengan de referencia (fueron tomados en mayo de 2016).

Vale la pena pagar la entrada, siempre y cuando sean amantes de explorar en el agua. Si van con niños, les aseguro que lo van a super disfrutar!.

Buenos es todo por hoy!

Saludos viajeros!

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