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La Pedrera: el mágico edificio en el corazón de Barcelona

  • Categoría de la entrada:EUROPA

Entrar a La Pedrera fue una de las asignaturas pendientes durante mi primera vez en Barcelona. Realmente parece ser una ciudad donde siempre queda algo por conocer o visitar y sobre todo maravillarse, por eso esta vez tomé revancha.

Pero antes de detallarles y contarles sobre este magnifico edificio, vamos a los consejos para la planificación de la visita.

 

¿En que horario ir a la Pedrera?

Lo ideal es ir a primera hora, abre sus puertas a las 9 de la mañana, o en el último turno (el horario diurno finaliza a las 20 hs), por lo que ingresar aproximadamente a las 18, 18:30 hs. sería una muy buena idea.

 

¿Cómo adquirir los tickets?

Es recomendable comprar la entrada general por internet a través de la página web https://www.lapedrera.com/ por lo menos con un día de anticipación para asegurarnos el horario.

 

¿Cómo llegar?

La Pedrera está ubicada en el distrito de Eixample, Paseo de Gracia 92, esquina Carrer de Provença.

Autobuses: 7, 16, 17, 22, 24 y V17.

Metro: líneas 3 y 5, estación Diagonal.

FGC: estación Provença-La Pedrera.

RENFE: estación Passeig de Gràcia.

¿Cuánto cuesta la entrada en 2017?

Hay varios tipos de tickets:

La Pedrera de día: 22 € *

La Pedrera Premium: 29 € (ticket sin especificar día u horario, ni hacer colas)*

Gaudi’s Pedrera: The Origins: 34 € (visita nocturna)*

La Pedrera día y noche: 41 €*

Gaudi’s Pedrera: The Origins + cena: 59 € (visita nocturna + experiencia gastronómica)*

* Existen tarifas especiales para niños, discapacitados, personas mayores, estudiantes y residentes.
Pueden encontrar más información en la web oficial.

 

Es impensado caminar por el Passeig de Gràcia y que este edificio nos sea indiferente a los ojos. Ya desde su fachada recubierta con piedra, justamente de donde deriva su nombre; sus formas ondulantes y ventanales abalconados con curiosas rejas retorcidas en forma de hojas y algas marinas, nos obliga a detenernos y admirarla de abajo hacia arriba. Es en ese momento es cuando descubrimos cómo asoman, desde su techo sinuoso metafóricamente forjado por las mismísimas olas del mar, las excéntricas chimeneas de la azotea.

El horario que elegí para ingresar a esta obra de ensueño e ícono del Art Nouveau, fue a última hora de la tarde. Había leído que una de las vistas más lindas de Barcelona es desde su azotea al atardecer, y no se equivocaban.
La entrada se encuentra sobre Carrer de Provença. En la taquilla, se entrega el ticket de compra, o bien se adquiere la entrada, y nos otorgan una audio guía personal el cual está disponible en varios idiomas: catalán, castellano, inglés, francés, alemán, portugués, italiano, ruso, chino, japonés y hasta coreano.

Atravesamos un pasillo y salimos a uno de los patios internos, lo que en Argentina vendría a ser un
“pulmón de edificio”. Lo mas destacable de este singular espacio de ventilación, son los colores de las paredes que varían en tonos azules, celestes, violáceos y verdes, con motivos florales. Desde allí se observan decenas de ventanas de distintas formas, casi todas con las mismas barandas de hierro ensortijado, como si de enredaderas se tratara. Y es que no debemos olvidar, como ya conté hace un tiempo en el post de Barcelona y la Sagrada Familia, que Gaudí era un empedernido amante de la naturaleza y basaba sus creaciones en “copiar” sus formas y colores. Volviendo a este patio, al igual que el contiguo, según la hora del día y la luz que entra por el hueco del techo, los colores se aprecian de distintas maneras.

 

Pasamos al patio siguiente, similar al primero, pero que, colgando en el centro, una majestuosa obra de cilindros fabricados en una tela negra con transparencia, se superponen uno arriba del otro, formando un efecto geométrico al ser visto desde el centro del lugar. Esta instalación pertenece a una de las exposiciones temporarias que se exhiben dentro del edificio. En este caso se trata de “Frederic Amat – Zoótropo”, y podrá ser disfrutada hasta el 16 de julio de 2017.

Más allá del impacto visual y decorativo, ambos patios fueron diseñado por Gaudí para una mejor ventilación e iluminación de los departamentos. A un costado, se halla una importante escalera que conduce a la planta principal donde se encontraba la residencia de la familia Milà y que hoy en día es la sala de exposiciones. Las columnas de piedra y los murales pintados en el techo y las paredes conforman un entorno adecuado para resaltar la baranda que bordea la escalera. La misma está forjada en hierro con un extraordinario diseño de flores y enredaderas.

Las puertas de entrada tampoco pasaran desapercibidas, ya que son grandes ventanales con un entramado irregular, también en metal, recreando una especie de enredadera, panal de abejas, caparazón de tortuga, alas de una mariposa, creo que hay un sin fin de posibilidades para darle rienda suelta a la imaginación y sacar nuestras propias conclusiones.

Las indicaciones nos condujeron hacia un ascensor, y es que la visita comenzaba por la famosa Azotea. Subimos hasta el último piso y al abrirse la puerta del elevador la magia “gauidiana” nos dio el sacudón esperado. Aquel techo totalmente irregular y sinuoso con escalones y desniveles, y por supuesto las insólitas chimeneas, cajas de escalera (badalots) y torres de ventilación, formaban un espacio totalmente surrealista.


En su mayoría estaban decoradas con trozos de cerámicas (trencadis) o vidrios que causan un efecto tornasolado y brillante cuando son reflejadas por la luz del sol. Las formas torneadas y ondulaciones que generan tanto esa sensación de movimiento, persisten en este lugar, ya como sello del artista. Las chimeneas en grupos o mismo en solitario, me recordó a los cascos de los Stormtrooper, los soldados de “La Guerra de las Galaxias”. Gaudí todo un adelantado ¿no?. Muchos han pensando en esta idea, de que se asemejan a los cascos de antiguos guerreros, y hasta algunos han bautizado este tejado surrealista como el “campo de los guerreros”.

En este maravilloso tejado nada está por casualidad, por eso una curiosidad sobre la Azotea es que desde uno de arcos que contienen los badalots se ve perfectamente encuadrada la obra más grandiosa de nuestro querido genio: La Sagrada Familia. Sin embargo desde otro, el monte Tibidabo emerge con esplendor. Lo que muchos no saben es que a los pies de este monte se encuentra la Torre Bellesguard, una joya modernista creada por el propio Gaudí pero bastante desconocida para el mundo.

 

 

El sol estaba por desaparecer entre los edificios, casi engullido por la deslumbrante Barcelona que lentamente comenzaba a encender sus luces. La vista de la ciudad era simplemente increíble.

Me acerqué a los grandes orificios del piso, aquellos “pulmones” que había visto al principio. Desde allí se delimitaban perfectamente los cinco pisos de la Casa Milà. Otra curiosidad de este lugar justamente es que el enrejado protector que se halla cercando estos inmensos tragaluces no estaba en los planos originales y, por supuesto, no eran del agrado del máximo exponente del modernismo catalán. Se trató de una obligación que impuso el Ayuntamiento como norma de seguridad, y que Gaudí acepto como condición a cambio de que ellos aprobaran el tamaño de esta terraza, el cual superaba el tamaño del reglamento municipal.

Continuamos el recorrido adentrándonos en una de las cajas de escalera. Descendimos por los escalones en forma de caracol. Era bastante vertiginoso, casi se perdía la dimensión del tiempo y espacio.

De pronto nos encontrábamos en un lugar mucho menos iluminado, similar a una caverna. Las luces sectorizaban bastante el espacio y jugaba con los contrastes y texturas de las paredes de ladrillo. Este ático, con esta estructura tan poco convencional y el cual sostiene toda la terraza donde habíamos estado hacia unos minutos, es el denominado “Espacio Gaudí”; y nunca mejor puesto este nombre, ya que toda su confección es muy propia de él.

 

 

 

 

Doscientos setenta arcos catenarios* , unidos por una hileras de ladrillos, parecían formar un corredor infinito. Este lugar tan particular evocó en mi memoria al cuento de “Pinocho”, más específicamente el momento cuando el niño es tragado por la enorme ballena azul; y es que la sensación era esa, estar dentro del cuerpo de un animal, admirando sus vértebras; o por qué no dentro de una serpiente, digamos que Gaudí nutre nuestra fantasía de una manera asombrosa.

Debo decir que después de haber conocido las cuatro creaciones más importantes que hay en Barcelona del Gran Gaudí, podría afirmar que si hubiera elegido un orden cronológico para visitarlas, hubiera empezado por La Pedrera. ¿Por qué digo esto?. Este sector de la Casa Milà es usado como si fuera un mini museo para contar un panorama general de las obras de Gaudí. A través de maquetas, que él mismo construía, presentaciones gráficas, audiovisuales y otros elementos, descubrimos de qué va el estilo de este artista y podemos entender más sus motivaciones, sus ideas y decisiones. Además, claro, de conocer sus grandes logros.

 

En este espacio también se encuentra parte del mobiliario de aquella época. Es sorprendente descubrir como estas maravillas creadas por Gaudí se adapta cómodamente a la anatomía del cuerpo. Las sillas y sillones, por ejemplo, se amoldan a nuestra espalda para tener un mejor descanso.E n el caso de las barandas de la escalera, que veremos a medida que bajamos los pisos, hasta van variando su forma para adaptarse a nuestras manos y sea mas confortable al tacto mientras las recorremos. Todo está pensado y armado para garantizar el bienestar.

Descendemos un piso más y es aquí donde accedemos a el sector más intimo del edificio. Uno de los pisos pertenecientes a una de las familia burguesas que lo habitaban y que nos transporta directamente a la primeras décadas del siglo XX.

No solo los ambientes se hallan perfectamente conservados sino que hasta están amueblados y decorados como en aquella época. También podremos observar elementos ornamentales diseñados por el propio Gaudí, como por ejemplo los tiradores de las puertas o las barandillas de la escalera, hasta algunos pisos, las puertas, los marcos, etc.

 

La Pedrera no es solo una de las más sorprendentes obras del modernismo catalán sino que es un lugar mágico, inigualable a otros lugares donde hayan estado. Vale totalmente la pena la visita a este mundo imaginario para recargar nuestro espíritu de inspiración y creatividad. Una de las joyas de Barcelona, sin dudas.

 

*Catenario: es la curva generada por una cadena o hilo, suspendido por sus dos extremos y obtenido por el simple fenómeno gravitatorio.

 

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