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Odisea en auto por la Costa Azul – Diario de viaje 4

  • Categoría de la entrada:EUROPA

Esta historia es parte de mi primer viaje por Europa. Si quieren leer la primera parte del Diario de viajes pueden hacer click aqui, la segunda aqui, la tercera aqui, y si no seguir en este post leyendo sobre la Costa Azul de Francia 😉

 

8 de Octubre de 2013

Cargar con una mochila en la espalda de 18 kilos, a las 5:30 de la mañana, durante 15 minutos (parece poco tiempo pero en esas condiciones es como si fuera una hora), más la “mochila de mano” colgada adelante, más el trípode de la cámara de fotos, es una experiencia rara. Sentís que das pasos pero no avanzas, como si estuvieras caminando al revés sobre una cinta mecánica. Un poco torturante, un poco de puteadas a los que me dijeron que viajar con mochila es lo mejor que con valija, un poco de puteadas para mi por llevarme el ropero entero… pero vamos a verle el lado positivo: es verdad que se facilita mucho el tema a la hora de subir a un tren (subiendo con envión para no caer de espaldas), a la hora de bajar y subir las escaleras de un subterráneo, y tener ambas manos libres para lo que sea. De esta manera, luego de desayunar y del check out, caminamos esas 10 malditas cuadras mientras la oscuridad de la noche de Barcelona se iba atenuando para dar paso a los primeros rayos de sol. Por lo que se veía en el cielo iba a ser un día prometedor. Llegamos a la estación Barcelona Sant donde esperamos el tren que luego de 40 minutos de viaje, arribaría a Cerbère, Francia. Si tener colgada la mochila 15 minutos nos pareció un martirio, le tendrían que preguntar a nuestras espaldas lo que fue viajar paradas en ese tren durante 40 minutos. Atestado de gente, apretadas y dando mochilazos a la gente. Sin nadie que nos ceda el asiento, tratando de apachurrarnos contra las paredes para no molestar y para que esa misma presión alivianara el peso. Sentí que fueron los 40 minutos más largos de mi vida. En ese momento entendí por qué ese tren no necesitaba reserva alguna.

Llegamos a Cerbère al fin y bajamos de ese maldito vagón. Este lugar era sólo una conexión para llegar a Montpellier, donde alquilaríamos nuestro autito. Por primera vez en mi vida estaba en un lugar donde el idioma era completamente desconocido para mi. Creo que si llego a las 10 palabras de francés es mucho, a pesar de ser un idioma, por lo menos a mi oído, tan atractivo y sexy. Subimos al siguiente tren, ahora si volvía a ser de primera clase, con nuestros asientos numerados y cómodos, la mochila guardada y la mesita en el medio para apoyar lo que queramos. La hora de llegada era aproximadamente a las 12:10 del mediodía, por lo que podría hacer una larga siesta. Puse el despertador a las 11:30 am. Por cualquier cosa de no pasarnos, cerré los ojos y me entregué a Morfeo.

…escenas desaparecidas…

La detención del tren y la voz en francés por los altoparlantes hizo que me removiera en mi asiento y me despertara lentamente. Miré a Nati que estaba sentada frente mío, aún dormida. Vi personal del tren caminar apurada de un extremo al otro del pasillo. A mi derecha la extensión de campos franceses parecía infinita bajo distintas tonalidades de verdes. Miré el celular para saber la hora: las 10:30. Aun faltaban unos cuantos minutos para llegar. Pasaron algunos más hasta que Nati abrió los ojos y me preguntó donde estábamos. La verdad que no tenía ni la menor idea. Cruzando el pasillo, frente a nosotras, había una pareja de unos 50 años de edad cada uno. Hablaban entre ellos en inglés que claramente era estadounidense al igual que su aspecto. El tiempo corría pero el tren no avanzaba. Le dije a Nati que les pregunte si sabían que había pasado. Ella, aceptando mi propuesta, se puso a hablar con ellos animadamente. Será buena suerte la nuestra que delante nuestro había ocurrido una tragedia y nosotras ni enteradas. Una persona se había suicidado en las vías de nuestro tren. Era por eso que íbamos a estar demoradas largas horas, las que en total fueron entre 3 y 4.

A cada rato, mirábamos el reloj que avanzaba poco y nada. Para pasar el rato, me puse a chequear las fotos de la cámara, mientras mi mejor amiga se sumergia en la literatura latinoamericana. Sorpresivamente, un par de “azafata” del tren empezaron a repartir lo que sería nuestro “almuerzo”. Me pareció muy organizado ese tema: ante una emergencia toman las riendas de la situación e intentan que los pasajeros la pasen lo mejor posible. Botellas de agua mineral, jugo de pulpa de frutas, caramelos, galletitas dulces, croissant (infaltables)  y unos extraños productos enlatados, por un lado creo que era paté o algo por el estilo, y también una especie de ensaladas. Después del “apetitoso” almuerzo supongo que me volví a quedar dormida. Nuevamente el tiempo perdió sentido. Cuando mi cerebro detectó que nos encontrábamos en movimiento, me desperté y volví a poner la alarma. Según lo que se escuchaba por el altavoz, arribaríamos a Montpellier a las 15:45.

A penas llegamos a la ciudad, ya cansadas de estar arriba de ese tren, con mapa en mano, comenzamos a buscar la agencia de renta de autos donde habíamos reservado. Desde que empezamos a planear nuestro viaje, hacia como 6 meses atrás, realizar parte del recorrido en auto era algo casi indispensable. A las dos nos vuelve locas hacer la gran “Thelma y Louise”. Yo ya lo había experimentado en la costa oeste de EE.UU. en el  verano de ese mismo año, pero siendo sólo Louise. Uno de los lugares donde vimos más viable hacer este viajecito fue la Costa Azul.

Cruzamos la calle que separaba a la estación de la ciudad, donde teóricamente encontraríamos la agencia. Si bien había algunos negocios, ninguno con el cartel de “Hertz”. Alquilar autos en cualquier parte del mundo es todo un tema. Hay que tener mucho cuidado y leer la letra chica de lo que incluye el alquiler y lo que no. Muchas de las páginas buscadoras de precios para estos alquileres generalmente ofrecen uno super económico el cual no contiene seguros. Para circular el auto tiene que tener minimamente un seguro de responsabilidad civil. Van a encontrar por ahí un seguro que se llama: CDW o LDW. Este cubre los daños por colisión, robo o accidente en el vehículo. LIS / EP / SLI / ALI: es el seguro de responsabilidad civil a terceras partes. Y por último, para los demasiado precavidos, el PAI / PEC: es una cobertura para el conductor y pasajeros en caso de muerte accidental o lesiones durante el periodo de alquiler, únicamente si ocurre estando dentro del auto.  El PEC cubre la pérdida o robo de pertenencias que se encuentren dentro del vehículo. Obviamente todos estos adicionales van a incrementar el valor del alquiler.

Otro detalle a tener en cuenta a la hora de alquilar auto es el registro de conducir. En algunas agencias exigen contar con un registro que por lo menos tenga uno o dos años de antigüedad. Esto varia dependiendo del rental, al igual que en muchos de los casos sólo pueden alquilar las personas mayores de 21 años. Un detalle MUY IMPORTANTE es el registro de conducir internacional. Si bien no es obligatorio en todos los países (deberían chequear en que países es necesario y en cuales no), es prudencial contar con él. Para los que me estén leyendo desde Buenos Aires, este registro lo pueden obtener en el ACA. A decir verdad es un simple trámite, que no les demorará mucho tiempo. No tienen que rendir ningún examen ni nada parecido. Sólo pagar y te dan una libretita donde dice los datos y en que países estas autorizado a conducir. Hoy en día cuesta 480 pesos y tiene un año de validez. Si piensan sacarlo pueden entrar a la página web del ACA y leer los requisitos que hay que llevar para obtenerlo.

Otros datos elementales a tener en cuenta y preguntas para hacerse antes de alquilar un auto:

  • ¿Cuántos kilómetros se van a recorrer?: esto es importante saberlo antes de alquilarlo. En el caso de Europa y EE.UU. generalmente el kilometraje del auto rentado es ilimitado. Pero en otros lugares como ser Argentina, el alquiler cuenta con 200 kilómetros por día, y si se quiere ilimitado es con un costo adicional. Saber que cantidad de km transitaremos nos puede ahorrar buena cantidad de dinero.
  • ¿En que ciudades voy a usarlo?: la verdad que no recomiendo para nada usarlo en las grandes ciudades, a menos que se hospeden en las afueras. ¡Olvidensé de eso! A menos que quieran pegarse un estresazo, no sólo por el tránsito, sino que estacionar en la calle también es un problema. Encontrar lugar puede volverse un fastidio, y ni hablar de encontrar alguna rotura, rayón, golpe, etc. en el vehículo. En la mayoría de los lugares públicos el estacionamiento es medido, por lo tanto tendrán que pagar. Para que tengan una idea en Madrid puede variar entre 1 y 2 euros la hora. Las ciudades son para conocerlas a pie o como mucho moverse en bus, tren o subte, si hay alguna distancia larga. Ahora para ir de ciudad a ciudad, banco el auto a morir.
  • A la hora de reservar el alojamiento, recuerden que este cuente con parking.
  • Conocer y respetar las reglas de tránsito del país al que vamos: ya sea límites de velocidad, señales o normas. Supongo que nadie querrá pagar multas en dólares u euros. Parece algo obvio, pero les juro que hay muchas diferencias de un país a otro. Sin embargo leyendo un poco hay unos puntos que son iguales en todo el continente: La tolerancia cero con la conducción bajo el consumo del alcohol y las drogas, el uso obligatorio del cinturón para el conductor y los pasajeros, hablar por teléfono mientras manejas, luces obligatorias tanto de día como de noche. En algunos países como Alemania, Bulgaria, Grecia, Hungría, Rumania o Suiza, existen carriles de emergencia que sólo pueden ser usados en caso de extrema urgencia. Conducir por ellos sin necesidad puede costarnos una multa de más de mil euros.

Volvamos a la agencia:

Ya nos estábamos desesperando al no encontrar Hertz, cuando nos dimos cuenta que el stand se encontraba en la mismísima estación de tren. Volvimos a cruzar la calle, a subir las escaleras y a observar para todos lados. Nati me sugirió que le pregunte a una guardia que estaba en un rincón. Si, ¡claro!. Me acerqué y le pregunté en inglés si hablaba español, así me facilitaba las cosas. Me dijo que no. Fin de la conversación.

Esto provocó una ola de risas entre Nati y yo. Juro que me nublé y no supe más que decir. Si bien mi inglés es acotado, entiendo más de lo que puedo hablar y es justamente por este pequeño problema de nublamiento mental cuando me hablan en otro idioma, que dejan de salirme las palabras. Nati se dirigió nuevamente a la mujer y volvió a preguntarle mostrándole el papel de nuestra reserva con el logo del local. La guardia señaló a la otra punta del largo hall. Casi en la puerta de salida se encontraba la agencia en cuestión. Entramos y comenzamos a hacer todos el papelerío. Mostrar el registro nacional, el internacional, pasaporte, tarjeta de crédito. Apoyé la mochila en el piso porque mi espalda ya no la soportaba más. La mujer que nos atendía comenzó a hablar en inglés acerca de que, como devolveríamos el automóvil en otra ciudad, tenia que cobrarnos un recargo. ¿Cómo?!, si… ya les dije: LEAN LA LETRA CHICA. La reserva que hicimos por internet decía que el auto lo retiraríamos en Montpellier y devolveríamos en Niza, pero en ningún lado decía que tendríamos que pagar tal recargo. Y aún faltaba otro pequeño detalle: el seguro. El valor por el que lo habíamos rentado era sin seguro alguno. El mal humor comenzaba a aflorar de nuestros poros, sobre todo de los de Nati. Da mucha impotencia cuando uno tiene que hacer reclamos en un idioma que no maneja del todo. La cosa se empezaba a tornar densa, sobre todo por el tema del recargo por la devolución que nunca estuvo especificado. La mujer, que entendía menos inglés que nosotras, pidió ayuda a un compañero del cubículo siguiente, el cual pertenecía a otra agencia. Este comenzó a explicarnos que no había manera de no pagar el “impuesto”. Con Nati nos miramos. Ya estábamos ahí, atrasadas en el tiempo por el tema del tren. Cambiar el itinerario en ese momento era en vano. Además que ya teníamos los días de auto pagos. En fin, pasamos la tarjeta de crédito para pagar ese injusto incremento en nuestro alquiler. Más allá de eso, confieso que hicimos algo a lo que veo irresponsable. Para abaratar costos, sacamos el auto sin seguro. Nunca nos quedó demasiado claro si no tenía ningún tipo de cobertura o sólo se trataba de la CDW. Supongo que todos los autos, por el hecho de estar en la calle, deberían tener un seguro contra terceros mínimamente. Nos dieron la llave del auto y nos explicaron con un mapita donde se encontraba nuestro hermoso y compacto C1. Agarramos nuestras cosas de mala gana, sin darme cuenta que estaba olvidando mis lentes Ray-Ban de sol sobre el mostrador. Si, si. Si algo me faltaba era darme cuenta de eso cuando ya había arrancado el auto y entrado en una avenida demasiado transitada. Así y todo busqué la manera de retomar para regresar a la estación. Bien argenta puse balizas y paré a un costado de la calle para que Nati baje y se acerqué nuevamente a la agencia. Tal vez pequé de inocente al pensar que aún estarían sobre el mostrador, o algún alma caritativa los haya guardado esperando a su dueño. Obviamente no fue así. En ese momento comprobé que lo que siempre había escuchado sobre Francia era cierto: está lleno de oportunistas. Resignadas volvimos al camino. Teníamos los mapas de cómo llegar al hostel de Niza en la tablet, la cual tiene un especie de GPS offline que básicamente funciona cuando quiere. Igualmente llevábamos los mapas del recorrido capturados de la pantalla. Francia es un ovillo, hablando metafóricamente sobre el conjunto de su calles, avenidas y rutas. Nos costó un par de vueltas y retomes encontrar la autopista correcta. Fue entonces cuando me agarró una especie de “ataque de pánico”. Para que vean que no es todo color de rosas cuando uno viaja les cuento este pequeño desliz en mi psiquis: Claro… mi cabeza comenzó a maquinar. Fueron una suma de pequeños inconvenientes en un solo día, en un país donde no conozco ni el idioma. El tema del suicidio en las vías del tren, los 100 euros aproximados que tuvimos que pagar de más, el hurto de mis lentes, y sobre todo: tener la responsabilidad de manejar un auto sin seguro. Conducía y lloraba sin consuelo al mismo tiempo. Duró unos minutos, pero creo que sólo porque tenía la mejor compañera de todas que me aguantó la locura. Para alivianar ese momento prendimos el estéreo del auto y pusimos uno de los tantos cd’s compilados que habíamos llevado grabados con “nuestra música”. Cantar siempre fue una de las mejores maneras de calmar las penas. Nati sostenía la tablet e iba guiándome. Más de 300 kilómetros nos separaba de Niza. La idea original era viajar lo más cercanas a la costa posible, es más, recorrer un poco Cannes también, pero estábamos muy retrasadas y la verdad que manejar de noche no era algo que quisiera. Los paisajes variaban entre montes repletos de enmarañada vegetación y campos sembrados de uno vaya a saber qué. En el horizonte se veía la inmensa bola de fuego bajar lentamente entre algunas nubes. Queríamos agua caliente para poder tomar mate y algo para comer. A un costado de la autopista vimos un Carrefour. Viré a la derecha e ingresé al estacionamiento. Pedir “hot water” a una francesa y que nos entienda fue algo complicado, más si le intentamos explicar para que era. Siempre que se le enseña el mate a alguien de otro país, te miran como bicho raro, sin embargo uno va orgulloso tomándolo por todo el mundo. Lo ven como algo extraño y hasta tal vez drogadicto, ya que se trata de un vaso con yerba, de donde hay que aspirar el líquido por la boca. Hasta que uno explica que es como si fuera un té, una infusión, y le convidas para que pruebe la experiencia, lo que no todos aceptan.

Cargamos el termo y compramos fiambre y pan para hacer unos sanguchitos. Lo suficiente como para que alcance también para la cena. Continuamos la marcha.

Aquí vamos a hacer otro apartado sobre los peajes. Más bien una advertencia para los que estén pensando hacer Francia en auto: la mayoría de las cabinas de peaje son automáticas, es decir, no hay un operador. Una de las manera de pagar es con tarjeta de crédito, pero hay que tener en cuenta que en muchos sólo aceptan tarjetas de crédito emitidas en el país. También puede pasarnos de que acepte monedas solamente asique a romper el “chanchito”. Por supuesto que también están las que aceptan efectivo. El primer peaje que crucemos nos dará un ticket, el cual no hay que perder, porque el valor será de acuerdo a la distancia recorrida, además del tipo de vehículo. Recién pagaremos cuando salgamos de la autopista. Debo decir que no son nada baratos. Hoy en día el total que hay que pagar de peajes para llegar de Montpellier a Niza es de 27,50 euros, pero bueno, nos valió más la experiencia que el dinero.

Un dato que conocí después, es que las autopistas pagas están identificadas con carteles azules, mientras que las gratuitas, o sea sin peajes, con el verde.

A medida que avanzábamos la ruta se volvía sinuosa por momentos, con subidas y bajadas. De pronto el cielo se oscureció y comenzaron a caer unas gotas sobre el parabrisas. Ya casi no quedaban rastros de sol y la luz escaseaba demasiado, lo cual puso nuevamente mis nervios tensos. Unos kilómetros más adelante vimos al fin un cartel que señalaba que nos encontrábamos a metros de la entrada a Cannes. Tristemente tuvimos que seguir nuestro camino. A nuestra derecha, millones de luces enmarcaban toda la Costa Azul, dando un perfecto paisaje nocturno de esta ciudad tan importante para el cine. En sólo 30 minutos ya estaríamos en Niza. Insisto sobre esto: Francia es un ovillo, frase célebre de Nati, donde no podría haberlo explicado mejor. Cuando salimos de la autopista, siguiendo las indicaciones del “No GPS” de la Tablet, nos perdimos. Tardamos un rato en darnos cuenta que teníamos que ir justamente hacia el lado contrario al que estábamos yendo. Nuestro hostel, llamado “Hostel Pastoral” se encuentra excelentemente ubicado, a 5 cuadras de la estación de trenes central de Niza, Gare de Nice-Ville, y a dos de la avenida principal, llamada Avenue Jean Médecin, por la cual pasa el tranvía. Eran alrededor de las 10 de la noche cuando, luego de dar varias vueltas, pudimos estacionar en la calle. El estacionamiento era medido, si bien a esa hora no teníamos que pagar nada, al otro día tendríamos que sacar el auto de ahí antes de las 9 am. Estaba feliz de que hayamos llegado sanas y salvas, y sobre todo con el auto entero. Con todos los “bártulos” en mano, tocamos el timbre de la entrada al hostel. Una voz en inglés pero con claro acento francés nos recibió. Le dijimos que teníamos una reserva y la puerta se abrió. Subimos las escaleras de mármol del antiguo edificio. Toda la arquitectura parecía, al menos, tener 100 años de edad, lo que me recordó a los edificios viejos de Buenos Aires. Abrimos la pesada puerta de madera que tenia el cartel con el nombre del hostel. Atravesamos un angosto pasillo hacia donde escuchábamos voces. En la recepción nos recibió un joven muy amable quien nos hizo el check in. Nos explicó sobre la clave de acceso de la puerta de entrada, nos dio la llave y nos enseñó las instalaciones. El lugar tenía una cocina amplia donde podríamos cocinarnos; la misma conectaba a un patiecito, ideal para nuestras cervecitas nocturna. Dejamos las cosa en la habitación la cual compartiríamos con una pareja de australianos. Era un cuarto mixto para 4 personas con un gran ventanal que daba a la calle. Algo que me llamó la atención fue que, dentro del dormitorio, en el cuarto que supuse era el baño, había solo una ducha. Ojo! Era LA DUCHA. Toda iluminada con luces dicroicas, mampara de vidrio, espejo y lavatorio de manos. Todo muy lindo y limpio por suerte. Aun nos quedaba algo de pan y fiambre, pero era infaltable el otro “combustible”, llámese cerveza. Preguntamos en la recepción si había algún lugar cercano para hacer compras. El muchacho nos dijo que efectivamente cruzando la calle, a media cuadra había un mercadito que cerraba a las 11. Miramos inmediatamente la hora. Todavía faltaban algunos minutos para que sea la hora señalada. Agarramos unos cuantos euros y la tarjeta de crédito. Cruzamos la calle emocionadas de estar en Francia. El clima era húmedo pero muy agradable, estimo que harían unos 20 grados. El mercado era pequeño, pero tenía de todo, ¡hasta verduras!. Al verlas decidimos comprar unos tomates para agregarlos a nuestra “dieta” de hidratos de carbono. Además de eso llevamos unos pancitos más para juntar con las sobras del Carrefour y hacer unos tostados. Al acercarnos a las heladeras vimos el “combustible” que estábamos buscando. Pero ¿cuál elegir?… Nos decidimos por la “Kronenbourg 1664” que es la que nos recomendó el vendedor y made in France.

De vuelta en el hostel, acaparamos la cocina como si fuera nuestra casa, en pijama y pantuflas. Mientras yo bajaba las fotos de la cámara a la tablet y miraba los mapas para ver como llegar a Mónaco al día siguiente, Nati “cocinó” unos ricos “calentitos” , como les dice ella a los tostados, de jamón, queso y tomate. Obviamente todo esto acompañado de nuestra refrescante cervecita pos brindis.

Era pasada la media noche cuando nos fuimos a dormir, para arrancar temprano y seguir paseando por la hermosa Costa Azul.

Bonne nuit!

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